Adiós, dejo el movimiento...

Escribo en este mi blog para anunciar que me quito del movimiento hip hop después de diez años militando entre las filas de los soldados de ésta, nuestra cultura. Después de salir a pintar algún muro con mis Montana, bailar break en alguna plaza y escribir un par de letras mal rimadas, después de dejarme el dinero en comprar cd's originales de rap nacional para apoyar artistas de mi movimiento y tras intensos fines de semana bailando al ritmo de las canciones más clubbis en garitos de música negra, dejarme mi sueldo en ir a festivales y conciertos con carteles variopintos, ver batallas de gallos y convertirme en una maquetera de poquísima repercusión, después de sentir el rap por cada poro de mi piel…

Por fin, decido abandonarte, HIP HOP.

No haré una gran despedida, no escribiré un tema comparando al rap con un gran amor que me abandona, ni diciendo que él (parece un chico… ¡Pero no! ¡Es el rap! ¡Sorpresa!) me acompañó en las noches más frías. Me voy por la puerta de atrás, odiando esta cultura con todas mis fuerzas, porque ¿Sabéis qué? Esto ni es una cultura ni es nada, esto, en este año 2008 es un montón de niños aburridos creyendo que algún día podrán vivir del rap pero criticando a todo el mundo que vive de ello, se ha convertido en un montón de ignorantes que defiendes ideas que ni ellos mismos saben cuáles son, se ha convertido, o a lo mejor siempre ha sido, en una de las mayores hipocresías basadas en auto-engaño de la historia del ser humano.

El hip hop, hoy en día, es creerte mejor que lo demás por que en vez de escribir poemas adolescentes en una libreta, escribes poemas adolescentes en una libreta y le pones un ritmo 4x4, porque si vuelvo a escuchar, en cualquiera de sus formas: " mi única compañera es la tinta y el papel y mis rimas son mis balas" voy a vomitar, porque hoy en día todo está mal, porque antes la gente imprimía con su impresora de mierda fotos de NWA y la colgaba en la pared y era guay y ahora los niños gritan que poner pósters en una revista es destruir la cultura. ¿Qué cultura? ¿Qué cultura? Cultura fue la griega, el Antiguo Egipto, la cultura helenística, el Renacimiento, eso fueron culturas, no cuatro niñatos con un nick cutre y un grupo cuyo nombre es una frase hecha más que vista: "los herederos de la rima", "tumba abierta", "bajo los focos", "ratas del subsuelo", "manolito mc" o "derrame cerebral", diciendo idioteces que no dicen nada, escribiendo letras sobre que su vida es tan vacía que sólo saben escribir sobre escribir, porque él escribe, tú escribes, todos escribimos. Muy bien. Venga, todos a escribir, todos a frustrarnos, todos a los foros y todos a criticar a quienes logran vivir de esto, a quienes casi lo logran, a quienes lo intentan.

Esta cultura no es más que una panda de niñatos creyéndose muy guays. Seguid creyendo que los intrusos os destruirán, que las multinacionales, los politonos, los pósters, el rap "diferente a lo de siempre", el rap que habla sobre amor, el rap fusionado, salir en MTV, los videoclips con efectos especiales, que nos escuchen los pijos!! Todos vienen a romper vuestra cultura porque para los b.boys y b.girls ¡TODO EL MUNDO ESTÁ EN NUESTRA CONTRA! Pues pequeños, los únicos que lo estáis destruyendo sois vosotros porque no sois capaces de ver que escribís y rapeais como el culo, que no tenéis cultura en general ni cultura musical alguna o de ningún tipo y que dais más pena que gloria. Por eso me salgo de esto, por eso dejo de ser b.girl, porque echo de menos escuchar a alguien decir que le gusta el rap sin más pretensiones que escuchar rap, respetando "de verdad", y abriendo su mente al lógico cambio de la sociedad.

No hay cultura, el hip hop ha muerto y vosotros no nacisteis en el Bronx. Sois sólo unos putos críos que creéis que llevar más años que nadie "en esto" os concede un grado. No le importáis a nadie. Ya podéis poneros todas las equis equis equis ele que queráis y decir tantas veces como queráis lo del boli, la tinta, el papel, los versos, los tracks, vuestra mierda, la calle, vuestro cuarto, mis ideas, fluyen con el viento, soy un crack, oh vaya, zorras, como molo. Basura, tan basura como los poemas de amor de mi prima de nueve años. Eso es el rap hoy en día, la excusa de los tontos para decirle a sus padres que dejan la ESO porque tienen futuro como mc's.

Adiós, no me volveréis a ver por aquí. Pero por lo menos yo sí sé que a nadie le importa.

Soy normal, de verdad, soy normal, lo soy, de verdad

No sé si conocéis a Katy Brand. Es una humorista inglesa que se dedica a hacer esos sketches ingleses con un humor tan rebuscado, surrealista e impredecible que cuando termina te preguntas por qué demonios te has reído. En uno de sus habituales, se dedica a descuartizar a Kate Winslet, sí, la olvidada para el mainstream protagonista de Titanic, que se ha dedicado a hacer desde entonces películas inolvidables del cine independiente y algunas comedias de dudosa calidad… Katy imita a Kate Winslet (y a Kate Moss, ¿Casualidad? sic) básicamente por su afán de ser normal y llevar una vida normal lejos de las estrellas de Hollywood. Katy la caricaturiza como un ser desquiciado y esquizofrénico con unas ansias desmesuradas por ser tan normal como cualquiera. No puedo aquí reproducir su humor o pretender tener gracia porque es imposible, pero a lo que voy, Katy me ha hecho pensar mucho en lo duro que debe ser ser famoso…. ¿Por la prensa? ¿Por las fotos por la calle? ¿Por estar expuesto al público? No, por algo mucho más profundo y complejo: hagas lo que hagas estás haciéndolo mal y nunca más podrás ser normal, o como diría Katy: LIKE NORMAAAL.

Ayer tuve una prueba fehaciente. Estaba en un concierto de Pink, (sí, todavía existe y sus fans siguen teniendo quince años y ella parece seguir teniendo veinte ¿Soy la única que crece?) y entre el público había una celebrity, de poca monta eso sí: Soraya, extremeña y triunfita… pero ella sola cargó con el peso de ser la única, de que no hubiese más famosos entre el público... Y lo hizo con unas grandes dosis de extravagancia en indumentaria y maquillaje: había introducido su cara en un bote de talco y se había vestido en una boutique vintage del siglo XXI, parecía, a todas luces, una foto en sepia de mi bisabuela cuando era joven. Pero ella, con su novio-bolso, saltó más que ninguna y alzó su móvil – cámara más alto que ningún fan para luego colgarlo en su flickr – fotolog – myspace – facebook – hi5 – tuenti. Y a mitad del concierto desapareció…. Así, como mismo llegó se fue dejando un vacío y un rastro a talco… Ella quiso ser como los demás, LIKE NORMAL, calzándose unos taconazos del quince para ir a un concierto y bailando como los demás, pero no lo logró, porque todo el mundo la estaba mirando mientras ella actuaba “como si nada”.

Y el otro día, en la Cuore, vi una foto de Britney Spears alrededor de quinientos paparazzis mientras la fotografiaban saliendo de un coche, y Adrien Brody le acaba de regalar un castillo a Elsa Pataky porque está muy buena… (aunque no tenga tobillos como dice mi amiga Shey) y Kate Winslet y su marido Sam Mendes intentar ser granjeros. Os parecerá dispar esta enumeración, pero de verdad que a veces sufro por los famosos porque me pongo en su lugar y pienso que yo vivo preocupada por si me critica alguien en mi humilde trabajo, por si algún amigo dice algo malo de mí o porque me ha salido un grano muy feo que no se me quita, todo ello con la seguridad tajante de que: a nadie le importo un carajo. Y ellos tienen que convertir sus pequeñeces o incluso su intención de seguir siendo quienes son con un montón de imbéciles (nosotros) que queremos ver como se sacan un moco.

Famosos, que sé que me leéis, esta entrada está escrita para vosotros, porque sé que aunque nos encante (a los mortales) pensar que sois patéticos (que un poco sí lo sois), no sois normales, así que no intentéis ir de normales porque no los sois. ¿La fórmula? No existe.

Por eso, os recomiendo a los aspirantes a famosos (que sé que también estáis por ahí en el cibermundo buscándoos en el google), que dejéis de querer ser alguien, porque el precio que se paga es demasiado alto: nunca volverás a ser normales de verdad, aunque lo intentes con todas tus fuerzas.

Si no, que se lo pregunten a Kate Winslet…

Protesto porque yo lo valgo

Una cosa curiosa de estos (los) tiempos modernos es la propaganda del “proteste ya”, en todos los ámbitos. Tras siglos, milenios de opresión hacia los más desfavorecidos: de los ricos a los pobres, los intelectuales a los analfabetos, los profesores a los alumnos y sobre todo los jefes a los subordinados... De pronto, los desfavorecidos hemos sido bendecidos, agraciados, con la capacidad de protestar y defender nuestros derechos. En otras entradas de mi blog he puesto en duda que dichas vías para reclamar lo que nos pertenece funcionen, pero ahora voy a criticar exactamente lo contrario, trascribiendo aquí una duda que me asalta últimamente con cada vez mayor frecuencia:
¿Dónde está situado el límite, la delgada línea
que separa la protesta útil de la caradura?
Os voy a dar un ejemplo certero y curioso. Mi padre trabaja en la empresa privada y mi madre en la empresa pública. Mi padre, en treinta años, o más, que lleva en la misma empresa, apenas ha cogido una baja. Yo lo he visto enfermo algunas veces, no demasiadas pero si lo suficientemente enfermo como para que yo, en su caso, no hubiera sido capaz de levantarme de la cama, pero él se ha puesto el uniforme y ha ido a trabajar con todo el pesar de su alma. ¿Por qué? Porque sabe que necesita ir a trabajar porque si otro día está más enfermo y lo necesita “de verdad”, habrá cubierto el cupo de bajas pagadas. En la empresa pública donde trabaja mi madre, hace unos años, se estableció por convenio que las bajas se pagasen con el 100% del sueldo. Poco después, este convenio fue al traste. ¿Por qué? Se preguntaron los enfadados trabajadores. Pues porque haciendo el estudio pertinente tras un año de aplicación, se dieron cuenta de que un 90% de las bajas eran en festivos y puentes, y todas, en general, habían aumentado un alto porcentaje. Curioso, ¿No?
Lo cierto es que hoy en día los que no tienen posibilidad de quejarse, esos a los que les está afectando la crisis hasta tal punto que miden los parpadeos en el trabajo y se aguantan las ganas de ir al baño por si alguien se queja, los que viven preocupados por si han hecho algo mal sin darse cuenta, esos, no tienen opción a reclamar nada de lo que establece “su convenio”, saben las consecuencias… Y no me parece bien, obviamente. Pero tampoco me parece bien que la gente que lo tiene todo asegurado no sólo se queje de lo que realmente merece la pena, sino que además se queje más por pereza y por ver si consigue vivir del cuento que por llevar la razón y estar siendo tratado injustamente.
Sólo quiero hacer dos aclaraciones, no con esto estoy criticando, ni mucho menos, a los funcionarios. Tengo a muchos a mi alrededor y quiero defender que curran igual o incluso más que cualquiera (y hablaré de los funcionarios en próximas entradas), tampoco quiero poner a parir a la empresa privada, porque ahora mismo soy una empleada cualquiera de una gran empresa privada y no tengo queja alguna del trato hacia los trabajadores, lo único que quiero con esta entrada es reivindicar que seamos más auto-conscientes de los límites de los derechos y deberes, de las culpas que se echan a personas que no se lo merecen y de las responsabilidades que debemos atribuirnos a nosotros mismos. Hoy en día muchos empleados públicos pierden más tiempo en protestar que en trabajar y con eso consiguen dos cosas: unos servicios públicos (que ellos están pagando también) de peor calidad y sobre todo, ir contra sus propios intereses. Hoy en día, un trabajador de la empresa de mi madre que se encuentre realmente enfermo estará en su casa cobrando menos dinero por culpa de algunos desconsiderados que en su momento pillaron una oportuna depresión el puente de la constitución.
Siempre ha pasado y siempre pasará. Al hombre le das la mano, y te arrancará el brazo…

La genialidad

Leí hace unos días una frase que me dejó pensativa por diversos motivos. Trataba de los best sellers: se buscan fórmulas para crearlos, se siguen patrones, pero casi nunca funcionan, casi ningún libro creado para “ser un best seller” logra serlo, sino todo lo contrario. Se trata de una alquimia indescifrable, una combinación de elementos narrativos situados en un momento y en un lugar determinados, los que condicionan que esa obra funcione.

Y ese “algo” indescifrable convierte, a mi parecer, a los autores de best sellers en verdaderos genios, aunque no lo sean de la mejor narrativa o literatura, lo son de lograr enganchar a una masa anónima y saturada de información con una historia que suele ser más de lo mismo, pero un más de lo mismo aderezado de eso que tantos buscan, LA GENIALIDAD. Ese talento intangible parecido al carisma o a la fe en su “materialidad”: o se tiene o no se tiene, pero no se encuentra por mucho que lo busquemos.

Y la genialidad habita en nuestro planeta en fórmulas de lo más variopintas, así que para ilustrar mi forma de entender la genialidad os voy a dar tres ejemplos que no le van a gustar a casi nadie.

EJEMPLO 1: Los castings de gran hermano: la genialidad de la búsqueda.

Muchos elitistas de esos guays que leéis mi blog me diríais ahora: “¡Que soez!” o algún elitismo por el estilo. Pero yo estoy convencida de su genialidad. Consiguen año tras año, sin dejar género de dudas, encontrar a personas tan variopintas pero a la vez tan complementarias que casi sientes que siempre han existido de esa manera, encerrados en esa casa los unos con los otros. Otras cadenas, otros programas, eligen concursantes en multitudinarios castings para diversos realities. Logran encontrar de entre los millones de españoles dispuesto a vivir de la gorra y salir por la tele durante un par de meses a un puñado gente sin carisma, avocada al olvido prematuro. Cantantes desafinantes, artistas de circo prescindibles o parejas detestables. En Gran Hermano, después de diez ediciones y siendo el único país que sigue emitiendo el caduco formato, logran tener el mayor pico de audiencia del año una vez más. Y logran enganchar a la gente una vez más. Y sí, es una mierda de programa, y sí, repetidísimo, y sí, ya cansa, pero si lo tuviese Cuatro con sus castings de pacotilla, ya lo hubiesen quitado de la parrilla.

EJEMPLO 2: Inditex. La genialidad de no dar nada por sentado

Inditex, la empresa textil autora de Zara, Bershka y Massimo Dutty and company logran, cada día, abrir una tienda en el mundo con inmejorables resultados, logran crear proyectos empresariales imposibles que funcionan y la mesa llena de jerseys finos de algodón de todos los colores a doce euros se agota temporada tras temporada a pesar de que todo el mundo tiene una amplia colección en su armario. Todo el mundo viste su ropa, todo el mundo sabe que significa llegar a la calle y ver trescientas camisetas igual que la tuya, pero aún así todo el mundo viste de Zara. Y allí, nada sucede al azar, es el mundo “a pesar de la crisis”, colas kilométricas mientras en las tiendas de al lado las dependientas se comen las uñas amuermadas. ¿Por qué? Porque está perfectamente pensada en cada detalle. Desde las colecciones: lo que cambia y lo que pervive, la gama de colores, la colocación de las estanterías, hasta el sistema de búsqueda de prendas es perfecto. Probad un día a entrar en Zara y observar el mecanismo invisible que mueve la tienda, y luego probad a entrar en Sfera, Pimkie o Top Shop. Coged un jersey de Zara y luego otro idéntico de Sfera, y observad el color de las paredes, la distribución de la tienda. Nada en Inditex sucede por casualidad, por todo eso, funciona una tienda con ropa que mirada de cualquier manera, poco dista de la de cualquiera de sus competidoras.

EJEMPLO 3: Los Soprano. La genialidad de crear personajes.

Siempre lo diré. Me creo más a un mafioso de New Jersey que va al psiquiatra y tiene sueños premonitorios, que llora porque los patos de su jardín toman el vuelo y que no tiene nada que ver conmigo, que a cualquiera de los personajes de clase media de la serie de turno de Globomedia. ¿Por qué? Tendría dos formas de hacerlo entender: dándote una explicación rebuscada sobre las técnicas de la creación de subfondos en los personajes o diciéndote, rotundamente, que necesitas ver Los Soprano para entender la complejidad del ser humano, y sobre todo, del sufrimiento humano. He visto muchas series, me puedo tragar un capítulo de CSI sin pestañear, puedo ver Hidden Palms, me encanta Gossip Girl, elogio The Wire y soy una fan adicta a Sex and The City. Creo que cada una de ellas tiene su encanto y me gusta lo que siento cuando me meto en cada uno de esos mundos, pero definitivamente, nada puede compararse a la obra maestra que es Los Soprano, ya sea por cada una de las miradas entre personajes, por las decisiones, las sopresas, los imprevistos y las vueltas de tuerca al argumento de la ficción televisiva. He visto muchas series, y no va a ser la última vez que hable de esta, pero me quedan diez capítulos de la última temporada para terminar y sólo sé que siento que no sé cómo voy a poder vivir después. Ahora mismo me parece imposible.

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Y en todo eso radica la genialidad, en crear algo, lo que sea, que logra que quién lo tiene no entienda cómo pudo o podrá vivir si ello. Mientras el resto de los mediocres piensan al usarlo: ¿Por qué no se me ocurrió a mi primero?

Dios era negra y no existe

Escribo esto porque me he puesto de mal humor leyendo unos comentarios en un corto en el blog de proyectafilms.

No soy partidaria de defender cortos porque un 90% de los que veo me parecen típicos, malos e incluso un 20% me dan ligeras náuseas y vergüenza ajena, sobre todo los que tratan de una pareja que se está dejando mientras fuma unos cigarrillos en el Bar Paco, con una canción francesa de fondo, y acaba con un tortazo, una carta cayendo al suelo o que ella era la cocaína y él está muerto. Por eso, por ese espíritu crítico que me caracteriza, no dejo de reconocer un corto que tiene los cojones de ser original y por eso defiendo este corto aunque tenga un punto igual de típico que todos. Hablo de Cuestión de fe, cuatro minutos de ficción en los que descubrimos que se ha encontrado un pelo púbico femenino en la sábana santa, despertando un debate público de que tal vez Jesucristo fuese mujer. El corto acaba [spoiler] con una ensoñación del espectador-protagonista en la que se ve a una mujer real, desnuda, colgada en una cruz cual Cristo.
Cuando terminé de verlo no tuve ninguna reacción más que la de analizar un par de planos bastante chulos que había visto. Pero entonces, empecé a leer comentarios de personas que decían que era “reírse y provocar a los que tienen fe”, “una burla a los cristianos”, “una ofensa”, “de mal gusto”, y otras lindeces. Y pensé: ¿En serio? ¿En serio todavía hoy en día hay gente normal que se ofende porque alguien haga un corto en el que se ironice con el sexo de Jesucristo? ¿En serio vivo yo en esa misma sociedad? Pero es más, ¿Todavía hay católicos? (esta última es una pregunta retrógrada, perdón, retórica). Y ahora me diréis, Sabina ¿No respetas la fe de los demás? Y bueno os respondo. Depende de lo que sea respetar. En general me suele dar igual, pero me río de la gente religiosa por dentro. Aunque bueno, respetarlos, si se puede respetar a alguien cuando te ríes por dentro de esa persona, sí lo hago. Pero me parece patética esa esperanza consoladora infundada en un bonito cuento épico inspirado en un loco cualquiera. Me parece igual de patética la gente que va por el mundo siguiendo una imagen de Cristo o de una virgen (esto último ya, más que patético, surrealista). Y espero que no sea una forma de creer que después de la muerte hay algo y que esta vida tiene sentido, porque da igual, cuando os muráis, vuestra conciencia se quedará con vuestro cuerpo, así que incluso si algo de eso es verdad, no os vais a enterar, se enterará tu alma, que en todo caso no eres tú el que estás leyendo esto. Porque la gente que cree en un dios para tener una esperanza de que existe algo después de la muerte, me parece simplemente gente que quiere engañarse a sí misma, aunque eso sí, los envidio por poder hacerlo sin sentirse ridículos e incluso simplemente por poder hacerlo.

Pero ya no hablo solo de creer en dios, que nunca existió, y si lo hubiese hecho, hubiese sido negra, y Jesucristo hubiese sido un robot, chino, gay. Sí, chino, gay, robot. Hablo de la religión católica que es la que más me toca. Una religión llena de personas que ni siquiera saben por dónde tirar. Y es normal, considerando que su fe, más que mover montañas, ha dejado legiones de muertos a su nombre durante siglos, y que fue creada simple y llanamente como una forma de que los ricos pudieran poner a los pobres a su entera disposición esclavizante (sé que no os descubro nada). Si tenemos en cuenta que en esta religión los curas tienen fama de pedófilos, creo que no sin motivo, que la nulidad matrimonial sólo la consiguen los ricos, que la iglesia ha hecho la mayor campaña de la historia a favor de la propagación del sida, que están en descuerdo con que dos personas del mismo sexo puedan adoptar hijos mientras ellos se han dedicado a maltratar niños durante décadas en orfanatos cristianos, que con la mitad de la fortuna del Vaticano se podría terminar el hambre en el mundo y que en sus universidades obligan a los estudiantes a poner en un examen de medicina que el aborto es un crimen. Si tengo en cuenta todo esto, entonces tengo que decir que sí que respeto a esa gente tan maja que cree en un dios cualquiera para tener algo en lo que poder basarse para no pensar que van a desaparecer del mapa como si tal cosa el día menos pensado, y empiezo a no respetar a quienes defienden a una iglesia tan sumamente hipócrita que sus propias “fielas” (como diría la Etxebarría) se sienten ofendidas porque en una obra de arte se muestre a una mujer desnuda, con un cuerpo precioso, emulando una imagen que ellos se han atribuido como símbolo. Me siento más ofendida viendo a un cura babeando mientras le mira las tetas a una tía. Y aún así, no me ofendo, sólo pienso que es muy triste perder tu vida, que es lo único que vas a tener en toda la eternidad, en dedicarte a adorar una mentira.

Que todos esos traumas, todas esas hipocresías, todas esas estupideces, deberían haber quedado en el pasado, en épocas en las que esas cosas eran lógicas y eran normales, en épocas en las que la trepanación era medicina avanzada y que el maltrato infantil era simplemente ser estricto, en el que era normal que un cura sin titulación fuera profesor y una monja enfermera. En una época en que las cosas eran tan duras que más te valía creer en algo. Por eso respeto a la gente católica que se ha criado en la desinformación, respeto a mi abuela que no sabe leer pero se sabe media Biblia de memoria. Pero no, no respeto en absoluto que alguien, sabiendo la otra cara de la historia, y sabiendo que es verdad, tenga los huevos de creerse semejantes barbaridades.

Mi padre me dijo de pequeña que dios era negra y yo a los siete años dejé de creer en dios, así que eso, lo que dije en el título. Y no pienso, ni ahora ni nunca, pedir disculpas a nadie por lo que acabo de escribir.

La Generación Einstein: como yo lo veo

Me he sorprendido porque hablando con algunas personas, muchas de ellas nacidas después del 88, es decir, pertenecientes a la recién acuñada “Generación Einstein”, he descubierto que el concepto no es tan conocido como yo pensaba. Por si algún lector no lo sabe, se llama de esta forma a las personas nacidas después del año 88, a esa afortunada generación que nace con ordenadores y en el mundo de la publicidad, las marcas y la velocidad de información. Según el libro son los más rápidos, los más listos y los más sociables. Y los únicos con valores positivos desde los nacidos antes de la Segunda Guerra Mundial.

Y yo me quedo fascinada con este asunto por varios motivos. El otro día seguí la ley no escrita de mi amiga Sheila sobre ensayos y manuales de autoayuda: “Sabina, tú entra en la librería y ábrelo al azar, y lee la página que toca.” Y siempre lo hago desde que ella me lo dijo. Así que abrí “Generación Einstein” y leí la página en cuestión, en la que el psicólogo relataba que uno de sus pacientes-conejillos de indias se aburría en clase porque los profesores no le sabían enseñar, que no mostraban pasión. Primero lo leí con mi habitual escepticismo: “¿En serio? ¿No nos ha pasado eso a todos?”, pero luego me di cuenta en seguida de que no, de que tiene razón: el sistema educativo estaba caducado cuando yo estaba en el estudiando pero ahora se ha quedado totalmente obsoleto. Leí una vez en un artículo que si un doctor del siglo XIX viajase en el tiempo y entrase en un hospital actual no sabría ni donde está, pero que si ocurriese lo mismo con un profesor y entrase en un colegio, se pondría a dar clase como si tal cosa. Y es que, ¿Cómo quieres que un chaval que tiene el mundo en su pantalla de 17 pulgadas desde que nació, se aprenda un montón de datos de memoria que puede encontrar en 0,00017’’ en Google? Esto me lleva a otro artículo que leí, de los nuevos JASP “jóvenes aunque sobradamente preparados”, en el que decía que un ingeniero aeronáutico iba a una entrevista y el entrevistador le preguntaba un dato súper rebuscado. Él contestaba sin más: “no lo sé, pero tendré la respuesta en medio minuto”. Esa es la educación de hoy en día: menos saber y más saber encontrar.

Yo sé más cosas desde que tengo internet, proporcionalmente hablando. Entro a buscar un dato, si no sé una palabra o no conozco a un determinado personaje lo googleo, si veo un concepto nuevo en internet busco un foro donde lo explique, he aprendido más por mi cuenta en los últimos cuatro años que en toda mi vida. ¿Pero sabéis porqué? ¿Dónde está el origen de eso? Porque me han enseñado a “querer saber”, y creo que eso es lo que olvidan los modeladores de la generación Einstein, tan sociables, listos y despiertos ellos, sus padres y educadores, en su pugna por intentar que internet no se los coma en sus redes y que su hij@ sea el más rápido, el más listo, el más sociable y el más diferente, han olvidado sentarse con ellos a descubrirles que internet es mucho más que el facebook, fotolog y juegos online, y no hablo del manejo, hablo de la cultura. Conozco a mucha gente de esta generación y sí coincido con el autor del libro en que son más auténticos (los que lo son), menos inseguros en ser diferentes y más sociables, pero en un sentido individualista. Es decir, se preocupan por ellos mismos y su propio ecosistema, pasan de política, de implicarse, de ver las noticias o de saber que le pasa el mundo, pasan de leer, incluso de buscar demasiadas cosas en internet más que las que necesitan para sus friquismos, quieren sacar las mejores notas, aprender más, quieren ser cosas importantes (los que quieren), pero lo que quieren por encima de todo, es ser “el mejor” en algo. Esto está bien, por lo menos yo veo mejor esto al precepto de mi generación (¿Puedo añadir “de mierda”?) en la que lo importante era pasar desapercibido, ser uno más del montón e intentar que tus ideas no fuesen demasiado diferentes a las del resto. Hoy en día los niños siguen siendo niños, los adolescentes siguen siendo adolescentes, y los padres siguen siendo padres, pero creo que cada vez más los hijos tienen herramientas reales para crear su propia educación, y decirle a todo el mundo: ¿Realmente crees que me puedes enseñar algo?

No pertenezco a esa generación de contradicciones, y a veces me alegro y a veces no, pero me gusta poder mirarlo desde la distancia más cercana que cabe, de decir “casi estoy ahí” y darme cuenta de cómo han cambiado las cosas. Y sí, a mejor. Por mucho que la gente diga que tiempos pasados siempre fueron mejores, no hablo de tener recuerdos maravillosos de nuestras respectivas adolescencias, hablo de realidad, de elección, de vivir en un mundo donde puedes saber todo lo que quieras, porque ese mundo realmente pertenece al que quiere aprovecharlo, y ningún gilipollas de tu clase vendrá a convencerte de lo que no eres. Pero veo una cara triste en todo esto: veo primero lo occidentalistas que somos al hablar de la generación Einstein sin tener en cuenta que somos un 5% de la población mundial, lo triste que es que hace poco, un amigo de mi primo de dieciséis años recibiera una paliza porque un cabrón que también pertenecía a la generación Einstein quería quitarle el móvil, y también que cuando curioseo a veces por fotologs de algunos de esta generación, no veo más que la ausencia absoluta de vida, autobiografías que dicen: “bueno, me aburría y tal, así soy yo, una persona diferente y especial” y en esas palabras veo, efectivamente, aburrimiento y aislamiento, veo presión, auto-presión y bastante incultura. Me da pena porque como dije en mi primer o segundo post, el mundo por fin, y sin ninguna duda, nos ha ofrecido la anarquía absoluta: internet, un mundo sin ley donde tienes libertad de expresión total, y hemos dejado de ser interesantes, no hemos desnudado ante nosotros mismos y a mí, por lo menos, me damos mucha pena.

La generación Einstein es más lista, más rápida y más sociable. Sólo espero que un alto porcentaje de personas de esta generación sepan utilizar las herramientas que tienen y que este cutre-sistema educativo abra los ojos, quite el lápiz y el papel de las mesas a partir de secundaria, que pongan asignaturas como diseño web, análisis de la imagen, relaciones internacionales y sistemas de comunicación en secundaria, que den por hecho que nunca más importará saber algo de memoria y que realmente no desperdicien el potencial de personas que podrían llegar a ser auténticos Einsteins y que por ahora pueden quedarse en el camino porque nadie les supo orientar y nadie les supo decir que la mejor herramienta que tienen es su propia inteligencia.

Un nombre vale más que mil palabras (bien escritas)

Ayer leí un artículo de Lucía Etxebarría, una de las pocas escritoras de este país que se pueden permitir el lujo de vivir de lo que escriben, y me sentí estafada porque conozco el tema del que habla en profundidad y sé que por encima o por debajo de juicios de valor sobre lo que escribió, de que sus ideas estén más o menos acertadas o de que lo que diga sea moralmente asequible para la masa-media del lector nacional, lo que abundaba por encima de todo ello, y también por debajo, era una apabullante desinformación. No pude evitar, nada más terminar de leer el artículo, imaginarla tumbada en su sofá, escribiendo en su ordenador con los párpados medio caídos y la excusé porque hace mucho calor y claro, eso nubla las ideas, porque si no, no me imagino de ninguna forma como una de las autoras con uno de los más prestigiosos premios literarios de este país es capaz de escribir un artículo donde todo lo que pone es una pura patraña.
Y mi indignación tiene mucho que ver con algo que no debería indignarme, una frase popular que he escuchado a diversas personas a lo largo de mi vida: consigue la fama y échate a dormir. En cualquier mundo esto funciona de la misma manera. Haz algo genial, luego con poner tu nombre delante será suficiente para que vendas libros-discos-cuadros-oloquesea, como churros. En muchos casos, claro. Por ejemplo en el caso de esta escritora. No sé, quizás me equivoco (cosa que por cierto ella jamás admite en su artículo –o debería decir ¿Artícula?-) pero me da la sensación de que si tienes un nombre puedes escribir en un periódico cualquier chorrada mal estructurada y mal escrita, con contenido que es pura pena, y luego quedar genial porque tu opinión cumple con los cánones del periodismo-protesta que esté de moda en este momento.
Me indigna porque va de lo que hay que ir para estar a la última, de “soy parte de la contracultura, feminista radical y anti-taurina”, lo que me parece estupendo, cada cual con sus propias ideas sobre cambiar el mundo, y yo me siento bastante poco radical y poco-contracultural porque no hablo de diferencias de sexo, y eso que también soy anti-taurina… ¿Tengo que pedir disculpas por no ser una feminista radical? No lo creo. Yo expreso mis ideas, me hago respetar cuando es necesario y sé, tengo claro, que somos todos iguales, ¿No es la mejor forma de ser igual que asumiendo que eres igual? Sé que muchas feministas rebatirían mis opiniones diciendo que gracias a gente como yo no ha cambiado el mundo, y en eso les doy la razón, y agradezco y comparto la lucha, pero cuando veo cosas como “las miembras del comité nacional”, me dan ganas de vomitar. Yo quiero un mundo donde las mujeres no se sientan ofendidas porque una palabra esté en masculino, y que sí se hagan respetar cuando un hombre crea que son inferiores por ser mujeres. No puedo soportar las radicalidades, ni en el feminismo ni en ninguna otra cosa. Por eso, cuando se usa como un arma comunicativa, como una forma de darse a conocer, como un sello de identidad, no me gusta. Yo me siento mujer cada día, sí, ¿Y?, me marca en mi vida y en mi forma de concebir mi realidad en la medida en la que me marca mi educación, mi entorno y mi gente, no creo que tenga que considerarlo como algo tremendamente notorio en como soy, y si ya nos ponemos políticos, creo que pocos hombres con talento lo van justificando por ser hombres, pues de la misma forma yo no voy a caer jamás en eso, ni tampoco voy a esconder la falta de creatividad en basura panfletaria. Quién quiera reivindicar algo de la forma propagandística que lo hace esta mujer que lo haga, pero no obtendrá mi respeto por hacerlo, aunque tengo claro el ínfimo valor real de mi respeto.
El caso es que sé de qué pasta está hecha la comunicación en este mundo: un nombre vale más que mil palabras. Lo tengo bien claro desde hace mucho, y no sólo lo acepto sino que no niego poder formar parte de esto algún día, y si algún día pertenezco a esa élite de tener un nombre, me daré con un canto en el pecho. Sólo me digo a mi yo futura que seguro leerá este post: por favor Sabina futura, nunca modifiques tus ideas o escribas cualquier cosa porque-queda-muy-bien-hacerlo y está muy –de-moda. Yo puedo escribir casi cualquier cosa que me manden, puedo escribir sobre cualquier tema, pero si firmo un artículo de opinión, espero jamás escribir uno del que me avergüence. Me he leído el blog de esta escritora, y he leído sus 176 comentarios de puro peloteo en un 98%. Normal, todo ser anónimo que se pone en contacto con un ser referente de opinión, desea expresarle su admiración, pensando que a ese ser le va a interesar y que lo va a considerar el mejor y más interesante de los anónimos seres que habitan en sus comentarios de blog. Lo hacen en todos los blogs y en todos los myspaces, y todos ellos quieren ser como sus ídolos. La era de la comunicación 2.0 nos trae la cercanía del ídolo con el fan, del dios con el fiel, del popular con el anónimo, y eso nos trae también la carencia del filtro. Hoy en día eres quien eres por ser quien eres, y cada vez menos por lo que digas. Por suerte, nos queda poner la esperanza en esa famosa generación Einstein de la que ya hablaré en otro post.
Y mientras, seguiré imaginando a la escritora bestselleriana sentada en su sofá, informándose cinco minutos antes de escribir su putrefacto artículo lleno de desinformación y redacción barata, porque ella, por suerte, tiene un nombre con el que firmar, y eso convierte la tinta en oro.

Solo (o mal acompañado) ante la (in)justicia

Ayer por circunstancias del destino asistí a un juicio de “acoso laboral en la empresa pública” que nada tenía que ver conmigo. El caso es que acabé en una sala de un juzgado donde un hombre (educador infantil) con cara de estarlo pasando fatal se enfrentaba a la directora del centro de menores (lo que antes se llamaba orfanato) donde trabaja, con cara de superioridad por no tener nada que esconder, y frente al director de la unidad de infancia (el superior de la directora) que no tenía ningún tipo de expresión en su rostro. En el juicio el hombre quería terminar con dos años de hostigamiento hacia su persona, según alegaba él. Obviamente allí cada cual defendía lo suyo.

No quiero enrollarme en contar detalles sobre lo que cada uno argumentaba en el juicio, aunque lo voy a esbozar brevemente: el educador con cara de pena alegaba que aunque no tenía pruebas de lo mal que lo trataba la directora, las miradas constantes de desprecio, los insultos, las descalificaciones y los gritos, sí que tenía pruebas documentales de que lo había sacado de su puesto habitual para relegarlo a otra unidad con compañeros diferentes y peores condiciones tras cinco años ocupando su puesto habitual. Alegaba también que había preferido quitarle de un cargo adjunto que tenía al de educador antes que pagarle el plus de especial dedicación que merecía (esto es un dinero extra que se paga si tu puesto implica que tienes que estar 24/7 disponible para cualquier urgencia). Y un largo etc. de cambios en su rutina laboral, según él para perjudicar a su persona. Ella alegaba que cada uno de esos cambios estaban justificados.

Obviamente no puedo decir quién tiene la razón, aunque luego daré mi visión. Conozco muchas opiniones porque conozco gente que trabaja con él, y escuché obviamente a los testigos de ambas partes, pero el caso es que independientemente de quién tenga la razón salí del juzgado con rabia e impotencia porque la conclusión a la que llego es que estamos desamparados antes el acoso laboral y por ende ante otras miles de injusticias del mismo tipo (relacionadas con el abuso de autoridad). Tengamos razón o no, es casi imposible judicialmente demostrarlo. ¿Por qué? Os preguntaréis... Pues porque los jefes siempre tienen donde ampararse, es decir, ¿Cómo demonios justificas tú un acoso laboral si:
-No tienes documentos para demostrarlo.
-Los otros compañeros si son acosados igual están demasiado acojonados para apoyarte, y si no están siendo acosados, el egoísmo humano da lugar a que cada cual cierre la boca bien fuerte antes que poner en peligro su puesto de trabajo por otro desconocido.
-La empresa siempre tiene más dinero que tú para un buen abogado.
No puedes... Al salir le pregunté a varias personas por el pobre hombre. Los trabajadores del centro me aseguran que está siendo acosado sistemáticamente junto a un par de compañeros más por la directora, pero que no se puede hacer nada porque estás luchando contra un organismo autónomo nada más y nada menos. A lo que yo pregunté, ¿Cómo será entonces en la empresa privada? “Pues imagínate”, me decían con cara de pena. Porque tienes que conservar tu trabajo para alimentar a tu familia, sufrir vejaciones cada día y mientras la tele te dice alegremente ¡NO AGUANTES ACOSO LABORAL, DENUNCIA! Luego observas impotente como la solución es casi imposible al menos que acabes abandonando tu puesto de trabajo. Sí, señores de los magazines de por la mañana y programas de denuncia social, ¿PARA QUÉ DENUNCIAR, SI EL SISTEMA NO FUNCIONA?

De verdad, aquello fue patético, yo salí, como todos, con el convencimiento de que aquel pobre hombre iba a perder. Y además, el abogado de la directora dijo en su alegato final:
“Lo que tenemos que tener claro es que en esta situación hay cosas, decisiones, difíciles de tomar para una persona con el cargo de responsabilidad que tiene la directora, pero en todo caso, no son, no suponen acoso laboral (tenía razón, las pruebas no demostraban acoso laboral, porque esto es casi imposible de demostrar con papeles) pero lo que sí está claro es que se podrían haber solucionado antes de llegar a juicio, el demandante, lo único que consigue con esto, es, de verdad, crear a partir de ahora un peor clima laboral, y eso es más cercano al mobbing que lo que ha hecho la directora”. “Con dos pares” pensé yo, sabiendo que el chulo abogado de la fría directora era mejor que el abogado titubeante del educador lloroso. La única y valiente testigo del acosado hizo una exposición contundente de que era obvio el acoso, pero el abogado de la directora defendió en todo momento que eso eran palabras y no hechos, y por desgracia tenía razón. Pensé que el juicio estaba mal planteado y me quedé con la duda de si hay casos de mobbing que se resuelvan satisfactoriamente, no sé tampoco si el hombre realmente está siendo acosado (aunque creo que sí, simplemente por lo que pude observar y los comentarios de varias personas que no tenían porqué mentirme) o si otros denunciantes tienen una mejor defensa, pero de verdad que salí descorazonada porque me da rabia que en la tele hagan campaña con cosas como el mobbing o el acoso escolar cuando a la hora de verdad estamos indefensos y sólo podemos ver impasibles como la televisión te anima a denunciar cuando al final, en muchos casos, son peores las consecuencias...

Mi segunda conclusión es que somos todos unos cobardes, unos acojonados, unos malos compañeros y unos falsos que miran por su culo, porque nadie sale a dar la cara por lo demás, en todo caso, con una buena excusa, ¿Para qué, si la justicia está siempre de parte de los fuertes? Nadie quiere volver al trabajo el lunes para encontrarse con que a pasado a formar parte del bando de los que sufren...

Al final volví a casa en coche recordando la revolución francesa, porque siempre me acuerdo de ellos cuando veo como hemos olvidado, por razones obvias, luchar contra el orden establecido. Imaginé que la situación podría solucionarse si toda la plantilla de ese centro se lanzase a protestar contra la directora y me di cuenta de que eso no va a pasar, porque en el olvido de los tiempos, hemos optado por la opción cómoda de bajar la cabeza ante las penurias de los otros, ya sean los pobres de Etiopía o el compañero herido de la mesa de al lado.

Siempre me he metido en muchos problemas por protestar y pocas veces he conseguido nada más que no dormir por la noche hundida en la miseria de sufrir una injusticia. No puedo hacer nada por ese hombre más que si lee esto, y él sabe quién es, expresarle mi más sincera admiración por haber tenido la valentía de sentarse en esa sala fría y desangelada cara a cara con su enemiga para quizás lograr que algún día el resto de sus compañeros piensen que si denuncian también, las cosas no sean tan fáciles para los de arriba.
Sólo espero, aunque tenga poca esperanza, que gane el juicio, egoístamente para poder dormir sin pensar que todo en lo que creo no es más que un puñado de mentiras.

Política de empresa

Pensaba escribir este post sobre lo que me sucedió ayer con un tono melancólico, pero creo que es la situación es tan terriblemente típica que no tiene sentido indignarme más de lo debido. Voy al grano y os cuento mi pequeña odisea....

Hace medio mes compré dos billetes: una ida Madrid-Tenerife y una vuelta Tenerife-Barcelona. Como era un caos hacer la reserva por internet llamé a la agencia en cuestión para que una amable operaria teléfonica cobro-tres-euros-la-hora me atendiese como es debido. Y me atendió una chica súper maja que durante largo rato miró cientos de billetes para poder acceder a tarifas baratas. Quedé encantada. Como no era una ida y vuelta juntas tuve que hacer dos reservas independientes por separado como figura en mi e-mail. Apunté en un papelito la hora y el vuelo y me fui a dormir feliz porque había conseguido un billete a buen precio para pasar un fin de semana con mi familia, que vive en la zona más distante de la Unión Europea... Así que al día siguiente cogí una furgoneta rumbo Barcelona-Madrid para pasar siete días en la capital y me despreocupé del tema. El finde pasado pasé una agradable hora en el aeropuerto de Barajas, observando a los ejecutivos, las rubias colonias de extranjeros, los ruidosos colegiales que partían para sus viajes de fin de curso, los equipos de federaciones de diversos deportes uniformados a la búsqueda de una victoria contra el equipo local, los azafatos que pasean con sus elegantes maletitas de mano esponsorizadas, las familias de turistas con sus ropajes conjuntados del Coronel Tapioca y las parejas de luna de miel, y muchos locos comprando artículos en las carísimas tiendas de duty-free porque han olvidado comprar regalos en sus destinos vacacionales. Y tomé el avión hacia mi tierra natal...

Pues sí, mea culpa, durante la semana que estuve trabajando en Madrid no me puse a leer la confirmación de mi reserva. Pero tengo una memoria de elefante y recuerdo a la perfección la conversación y las horas de búsqueda con la maja telefonista. Ayer, seis horas antes de coger mi vuelo abro el correo y observo con sorpresa y temor que mi vuelta era ¡A Madrid! Se me nubló la vista, releí el mail quince veces y asumí que tenía que haber sido un error informático porque ambas (telefonista y yo) estuvimos durante horas mirando el billete y comentando con claridad la vuelta a Barcelona. Cogí el teléfono y marqué el número de la agencia. Pedí que me pasaran con la encargada y le expliqué mi dilema. Me contestó: “La única solución que se me ocurre es que te compres otro billete a Barcelona” y yo le respondí: “Eso no es una solución ni es nada, es fallo vuestro, yo tengo dos reservas independientes que no tienen sentido si fuese una ida y vuelta”. Ella me dijo que la política de la empresa advierte que hay que confirmar las reservas.

Lo cierto es que en todo momento durante la hora que intenté convencerlos de que me tenían que comprar un billete sabía que tenía las de perder. Porque yo sé que la culpa es mía por no haber revisado el billete en su debido momento, pero está claro, y ellos mismos admitieron, que el fallo inicial había sido de la ahora no tan maja telefonista. El resultado fue idéntico. Tuve que comprar un nuevo billete. Sé que puedo reclamar, que puedo ir a la oficina del consumidor como hice cuando la aduana destrozó mi ordenador nuevo, sé que puedo pedir hablar con cientos de encargados superiores recién salidos de la carrera de moda ADE+Mipadretieneunaempresa y que todos me digan “es la política de la empresa”. Sé también que puedo amenazarlos diciéndoles “tengo un blog y os voy a poner a parir, voy a escribir a la prensa y a poneros a parir allí también, os voy a hundir” y también sé que al colgar se reirían de mi cara. Lo único que me llevo de toda esta experiencia en realidad es la triste confirmación de que la empresa donde compro cada mes mis varios billetes de avión, prefiere dejarme en la estacada, tirada en los pasillos inmaculados de la Terminal 4 que pagarme 69 euros que podrían poner en “gastos varios de la empresa”, sé que lo que me ocurrió y la seguridad de que no fue mi error inicial no pasa cada día y también que a pesar de mis lágrimillas al teléfono, a la supervisora hoy no no se acordará de mí cuando esté tomando un café en un bar del centro de la ciudad. Porque desgraciadamente la empresa siempre tiene la razón. Y si creéis que no es así e intentáis superar la gimkana de reclamar os llegará un bonito papel a vuestro buzón diciendo “no tenéis la razón, la empresa y su política se ampara en que tal tal tal...”. Yo no mentí, ni fui de víctima, sólo le dije a la supervisora de reservas teléfonica que yo sabía el error que había cometido, pero que la empresa podría también tener la decencia de admitir el suyo y por ello no perder una cliente habitual por 69 euros que costaba el billete + tasas. La chica me pidió disculpas y me dijo que no estaba en su mano, y yo entendí su posición también, porque en el fondo suelo entender a casi todo el mundo que no hace más que hacer su trabajo.

Así que como bien me han recomendado mis seres queridos: “Sabina, revisa siempre los billetes con lupa días antes de tomar el vuelo” y bueno, al menos he aprendido esa lección, como muchas otras que me da la vida, aunque seguro que si hago una encuesta, un 90% de quienes me leéis, también cometéis el error de la confianza en los demás... Y tampoco quiero quitarme culpa, porque mi culpa es esa, confiar en alguien a quien le importas una mierda.

Luego, por la tarde, contando mi peripecia a mi mejor amiga, me hizo una reveladora pregunta: “Pero... si lo hubieses revisado antes ¿Hubiese cambiado algo?” Y me quedé pensando, sin saber que contestar...

Pero, ¿Queréis saber que es lo más triste e irónico? Que justo después me puse a mirar por internet billetes y el más barato estaba justo en la página en cuestión. Le di a aceptar condiciones con un testigo que me dijese que en la pantalla ponía “Barcelona” y me sentí una esquirola en mi auto-huelga de no comprar más billetes ahí.

Así que aquí estoy, con 69 euros menos en la cuenta, sabiendo que han ganado ellos y su maldita política de empresa.

Qué te crees...

Hoy he dado un paseo por la ciudad, y entre el cielo y el asfalto me he dedicado a observar a los transeúntes viviendo sus vidas anónimas en el más puro anonimato...

Primero he ido con una amiga a comer a un restaurante de esos a los que llaman “chic”, con cosas caramelizadas, reducciones y platos que entremezclan lo dulce con lo salado. Estaba vacío por lo de la crisis en la que está sumida todo el país, pero una pintoresca familia de clase media-alta se ha sentado a dos mesas de distancia y sus cuatro miembros: dos padres que labraron su camino a base de esfuerzo, una hija con pinta de amargada y un yerno discreto y silencioso nos han obsequiado con sus reflexiones sobre la vida y milagros de todos con los que comparten su existencia. Nos hemos enterado de que la mejor amiga de la hija amargada, una tal Diana, no la entiende porque “viene de otro mundo”, y la hija amargada, muy indignada, comentaba que sus padres le han regalado un pisazo en el centro por toda la cara y que en este año ha ido a París, Berlín, París otra vez, Filipinas (porque su abuelo es de origen “de Filipinas”) y Fuerteventura. La madre la contradecía, “pero no te creas, sus padres se han hecho a sí mismos, A SÍ MISMOS”, y ella “Sí claro, pero ella quería ser periodista y pumba, sus padres se lo pagan, que si un año en Argentina, allí se va, lo ha tenido todo súper fácil" y a ella le parecía todo eso fatal. Ponían a parir a todos sus conocidos porque tenían más dinero que ellos o vidas bohemias, como si todo fuese un horroroso delito y lo único que estuviese bien en el mundo es ser de clase media-alta como ellos. Luego el yerno silencioso, en un ataque de protagonismo, nos obsequió con sus conocimientos sobre marihuana con la siguiente frase: “A ver, la marihuana contiene THC, que es una sustancia psicotrópica, está en los cogollos, para que lo entendáis, en las flores”, y su novia, la hija amargada: “Joer, si es que sabes de tó”. Luego ella nos ha seguido narrando las desventuras de Diana, su amiga pija: “Jobar, y va y me dice que va al Rock In Río a ver a Bob Dylan y a Bob Marley, y yo “si claro, que ahora tú lo vas a resucitar”, vaya que uno no puede tener amigas así, te puedes creer que me decía que en Cuba su madre le ofreció ir a nadar con delfines y ella dijo que no “que ya lo había hecho muchas veces”, creo que voy a dejar de ser su amiga”. Y reían felices, criticando a todo cristo que no es guay como ellos, porque ellos saben que ser de clase media y no tener lujos ni vidas bohemias está de moda.
Luego iba andando por la calle y vi a un grupo de chicas vestidas con increíbles conjuntos de licra, tacones de charol, coletas altas tan apretadas que seguro les daban jaquecas, aros xxl chapados en oro y rayas en los ojos tan largas que se unían al nacimiento de su pelo. En una pequeña manada se acercaron corriendo a ver la nueva colección del Pimkie, moviendo mucho el culo al andar, por si algún guapo morenico las miraba al pasar. Caminaban mirando a la gente, como buscando fans, imaginé que pensando: “Si, sé que soy una Jenny, y bien orgullosa que estoy de serlo y escuchar mi rumbita raggetonera en mi móvil rosa.”, y se notaba que se habían vestido así, sin disimular sus carnes que sobresalían por cada pliegue de la tela, porque creen que están muy de moda, porque hoy en día dejar la eso y trabajar de cajera en el súper y tener hijos antes de poder entrar a una discoteca es cool.
Luego fui al cine, y al salir, un grupo de gafipastis fumaban a la salida del Renoir, comentando cosas de sus vidas: “Ha dejado la Cuatro y se ha ido a New York a aprender inglés, ¿Te lo puedes creer? ¡Carol and the city!, la amiga le decía: “Si tío, que fuerte, yo me estoy pensando irme, pero como me acabo de comprar el loft me da pena alquilarlo, ¿Vamos a ver la última de Kim-Ki Du? Hablaban súper alto, para que el mundo los escuchase y supiese que TIENEN AMIGOS QUE CURRAN EN CUATRO, AMAN EL CINE ORIENTAL Y TIENEN LOFT EN LA CITY!!! Y es que ser así de guay está muy de moda.
Cuando llegué a casa abrí el email y me habían enviado un correo en cadena, (que creo que es algo que hoy en día tiene un nombre súper cool) en el que aparecen fotos reales que cuelga la gente en internet para ligar con otra gente. Fotos de tíos semidesnudos en la ducha con gafas de sol y labios que ellos creen sexys, chicas sacándose autofotos reflejadas en el espejo de su baño, frikis con fotos retocadas en el fotoshop con tipografías folclóricas y frases como “er_moreno tooo weno” o “ella toa sexi, toa porno” y no puedo evitar poner una mueca angustiosa en mi cara pensando que REALMENTE ELLOS CREEN QUE MOLAN!!
Y mientras ceno decido poner algo en la tele. Están dando “El Gran Quiz”, presentado por una caduca Marta Sánchez que no sabe dónde meterse tras sus capas de pote, un empollón pajillero totalmente orgulloso de serlo que saliva al hablar de Einstein y un concursante en pantalla: “Coco”, mi nuevo icono de lo que odio en la gente. Un tío que a tres mil km se ve que se cree TOPE DE MOLÓN, TOPE DE ALTERNATIVO, TOPE DE GUAY, y pone esperpénticas muecas, toca una guitarra invisible y contesta todo tipo de chorradas cuando no se sabe una pregunta, esperando el aplauso del público. Todo ello provoca en la humanidad una incontenible vergüenza ajena, excepto para él mismo, que se cree un icono de la Generación X, con su camiseta con frase ingeniosa súper vista y su barbita de tres días. Dando mucho asco.
Así que ahora me voy a la cama con el convencimiento de que el más auténtico del mundo es Jordi Cruz, el presentador de Art Attack, que lleva diez años presentando su show infantil sin signos de envejecimiento en la piel, y me acuerdo de Tomás, un niño de siete años que conozco, que ha crecido con ese programa y que seguro le diría a Coco, a las Jennys y a la familia del restaurante: ¿Tú qué te crees, qué estás de moda?

Sigo siendo la misma de siempre

Esta es una de esas frases que odio. ¿Por qué la odio? Pues por una sencilla razón, porque es una paradoja. ¿Qué es una paradoja? Algo que se contradice por su propia naturaleza. Es como decir “esta frase no es verdad”, pensadlo dos veces: si no es verdad, es verdad, pero si es verdad, entonces no lo es… Pues lo mismo que el título de mi post.

Porque cuando alguien dice “yo sigo siendo el mismo/la misma de siempre”, implica directamente que ya no lo es. Si dices esa frase es porque eres consciente de que:

  • Has hecho algo lo suficientemente glorioso como para que los demás piensen que eres mejor que ellos o que mereces un trato distinto. Si es así, es imposible seguir siendo el mismo porque si los demás te tratan de diferente forma, por mucho que te esfuerces no lo conseguirás.
  • Porque tú mismo crees que has hecho algo digno de ser diferente y lo de “sigo siendo el mismo”, es en realidad un “a pesar de mis logros sigo siendo el mismo”.
  • La tercera opción es la más mentirosa de todas, la de quién realmente se cree que es motivo de orgullo “seguir siendo el mismo”, porque entonces empieza a considerar que no sólo lo que hace mola, sino que él mola muchísimo más porque a pesar de sus increíbles logros él consigue que todos piensen que sigue siendo igual.

Todo esto que hablo tiene que ver con un asunto que me preocupa de las personas, incluso a veces, para que negarlo, de mi misma. A veces me pregunto: ¿Tengo ego?, porque a veces me gustan las cosas que hago, y a veces me siento orgullosa… Otras veces me digo: ¿Por qué tengo tan poco ego? Porque en muchas ocasiones me doy cuenta de que no valoro lo suficiente lo que hago o lo que tengo, y otras veces pienso que hay personas que con mucho menos tienen el ego por las nubes… Y cuando pienso eso me odio un poco. Porque sé que odiaría esa actitud de cualquier otro.

Hablo de este tema porque lo conozco. Me rodeo de ego por todos lados, simplemente por motivos profesionales. Cualquier persona del mundo artístico tiene ego. Lo necesita. Los actores necesitan ego, los músicos necesitan ego, es su materia prima. Todo ese valor de enfrentarte a un público o a una cámara conlleva ego e incluso parte de él. Un director o un escritor tienen ego, porque el creer que lo que tienes que decir es lo suficientemente interesante como para enseñarlo al mundo, implica tener ego. El ego, como bien doy a entender aquí, no es algo malo, lo que es malo es no saber dosificarlo, tener más del que necesitas o querer aparentar que tienes menos del que tienes.

Una vez alguien me dio una valiosa lección sobre este tema, mi peluquera. Hace un año, el verano pasado, mi amiga Laura y yo fuimos a la peluquería del barrio, nuestro humilde barrio de toda la vida… Una peluquería más o menos nueva y pequeñita a la que solemos ir porque siempre tienen hueco. La dueña es una chica de treinta años que habla por los codos, mi amiga y yo estamos convencidas de que en realidad el local no es de ella sino de su madre, por tribulaciones muy largas de explicar… Ella, llamémosla Esmeralda, siempre que te está cortando el pelo te cuenta mil anécdotas sin más interés, y te hace muchas preguntas, pero un día quedé sorprendida con la siguiente conversación, y me hizo replantearme el orden del universo. Todo sucedió porque le conté que había estudiado comunicación así que ella me enseñó su tarjeta de visita, me pidió opinión y yo le hice algunas sugerencias sobre tipografías ilegibles… Entonces ella me lo agradeció y tuvimos la siguiente ¿conversación?:

PELUQUERA: “Por aquí pasan todo tipo de personas, de verdad, mira, hoy tengo te tengo a ti, una chica que es ¿Qué es lo tuyo?”
YO: “Comunicación…”
PELUQUERA: “Eso… Pero vamos, que otros días tengo hasta una doctora, una que es concejala del ayuntamiento, un chico que es actor… Todo el mundo viene aquí, yo claro, con todos hablo como si fueran todos iguales, y de todos saco algo interesante. Pero eso sí, yo sé que tengo mi negocio propio, que tengo mi casa propia y aún así, sigo siendo la misma de siempre, sigo teniendo los mismo amigos y sigo haciendo mi vida igual, y tú date cuenta de que mucha gente con mucho menos se le sube a la cabeza…”

A lo mejor soy yo, que lo veo extraño, pero en esa frase recogía un montón de ideas subliminales que me parecen abominables: ¿Les hablo a todos como si fueran iguales? ¿Sigo siendo la misma a pesar de tener negocio propio? ¿Mucha gente CON MENOS se le sube a la cabeza? Y yo pregunto: ¿En serio a la gente CON MENOS se le sube a la cabeza?

Ese día me sorprendí porque me di cuenta de algo: ¿De qué me quejo cuando veo a famosos, que reciben halagos constantemente, tener el ego subido, si mi peluquera se siente orgullosa de seguir siendo la misma a pesar de tener local propio, que además casi seguro es de su madre?
Esto que acabo de contar fue la gota que colmó el vaso, lo que me hizo reafirmarme en algo que se dice popularmente y que siempre he intentado no creer, pero que numerosas y diversas anécdotas de este calibre me han hecho terminar afirmando: la gente que más ego tiene es la gente que menos puede tenerlo, la gente que no sabe dónde está y que no sabe ver la realidad tal cual es. Porque si tú te has levantado temprano cada día y has visto a tus padres hacerlo para ganar un sueldo con el que poder vivir, has sufrido fracasos varios a nivel artístico, observas el panorama real y ves que hagas lo que hagas si levantas una piedra salen cientos como tú, que las oportunidades en esta vida son escasas y que no eres NADIE, porque incluso los famosos pueden mirar a su alrededor y ver que hay cientos igual de famosos que ellos… Si ves eso, es casi imposible que tu ego se suba más de lo justito para seguir queriéndote y queriendo a tu talento lo suficiente para avanzar y punto.

Por otro lado, también quiero denunciar la hipocresía de quienes tienen ego y van de que no lo tienen. No es bueno tenerlo por las nubes, pero creo que tampoco es nada bueno tener el que tienes que tener e ir de pobrecito y pobrecita, como si lo tuyo fuera mucho peor que lo de los demás o como si nada hubiese cambiado. La gente te mira diferente, te halaban constantemente o incluso te reconocen por la calle. ¿Creéis de verdad que la gente alrededor piensa lo mismo cuando os ve? Tal vez tu madre, tu padre, tu novio y tu hermano, pero pocos más, para el resto eres:

-Alguien guay con quién estar.
-Alguien de quién pueden sacar algo.
-Alguien que luego es una anécdota con la que “yo” puedo subir al estatus de “guay”.
-Alguien que me hace a mí, en cualquiera de los casos, subir mi ego.

No quiero deprimir con esto a los artistas que me leéis (ya sé que este comienzo es pretencioso, pero me tomo estas pequeñas concesiones para alimentar mi pobre ego) y que tú, artista, pienses: “¡Dios, tienes razón, ya nadie me quiere por como soy!” Sí que te quieren, pero no tienes que demostrártelo constantemente. Ser famoso, ser artista, tener una peluquería, un primo maquetero, ser la novia de un actor, escribir poemas en una libreta y ganar el concurso del cole, saber destrozar Tears in Heaven con la guitarra, está todo muy bien, y ninguna cosa que logres en tu vida es motivo de no-orgullo (a nadie amarga un dulce), pero es muy fácil perder el contacto con las cosas. Para bien y para mal. Así que os doy dos consejos, no porque crea que estoy en posición de darlos, sino más bien porque me apetece.


1 - No digas nunca “sigo siendo el mismo”, siempre será una mentira.
2 - Mira a tu alrededor y date cuenta de que, aunque seas el centro de tu universo, hay miles que hacen lo mismo que tú.
3 - Eso sí, como siempre digo, nunca dejes de creer en lo que haces porque es en ese momento cuando el resto se te echará encima para demostrarte que habías cambiado.


p.s. perdón por mi incontrolado uso de las comillas a lo “Joey Triviani”.

Yo y mi teoría de Darwin

Voy a admitir algo que la gente pocas veces admite de sí misma: he cambiado a peor al hacerme adulta y muchas veces me da pena. Voy a explicarlo para que no penséis que lo que digo es gratuito.

Cuando tenía 10 años era una ecologista convencida. No dejaba fumar a nadie a mi alrededor, iba a manifestaciones de Greenpeace, leía libros para ayudar al planeta, daba charlas a mis compañeros de clase y vestía con ropa de algodón reciclado. Mientras lo hacía, la gente a mi alrededor se reía de mí y en general me decían dos cosas: “ya se te pasará” o “que bonitas son esas cosas de la juventud, pero cuando seas mayor no te interesarán”, pero yo creía que siempre iba a ser así, que iba a lograr ser una bióloga en el Rainbow Warrior.

Un par de años más tarde ya no estaba interesada en Greenpeace, pero era fan de Take That con la misma intensidad y creía que Mark Owen era el hombre de mi vida y mi mayor tesoro era su dirección en Lake District, había investigado cómo llegar hasta allí en autobús, (porque descubrí que no había trenes hasta ese barrio apartado) y me lleve el mayor disgusto de mi vida porque cuando le pedí a mi madre que me dejase ir a Inglaterra en verano, yo sola con una mochila a buscar a Mark a su casa, me dijo: “eres muy pequeña para ir, pero dentro de un par de años te dejaré”. Lloré porque a pesar de que sabía que era razonable, había aprendido con lo de Greenpeace que dentro de un par de años Mark Owen no me iba a interesar lo más mínimo, y ahora sabía que los sueños también tienen fecha de caducidad.

Más tarde me metí en política. Veía todas las noticias, me leía cada periódico y siempre tenía acaloradas discusiones, así que me afilié a un partido político. Iba a todas las reuniones y quería cambiar las cosas, porque sufría (y sigo) por lo que iba mal en el mundo. Estuve años militando, hasta que viví mis primeras elecciones desde dentro y la mayor parte de mis sueños se vinieron abajo: sólo me querían por mi voto, y no vi ningún interés por querer mejorar la precaria situación de mi universidad o porque yo pudiese continuar recibiendo mi beca. Seguí en el partido, pero había aprendido que cambiar el mundo es muy difícil y recordé las palabras que me decían “los mayores” cuando yo estaba en Greenpeace: “eso es cosas de jóvenes, cuando eres mayor te das cuenta de que todo es mentira”, y por primera vez me sentí parte de los mayores.

Mientras mis ideales sobre política iban quedando a un lado y mi descontento con el mundo iba siendo cada vez más notable, empezaba a estudiar cine y a conocer las películas de autor, empecé a ver cine danés y películas independientes canadienses, francesas y americanas, me enseñaron que las mejores historias las cuentan quienes viven en civilizaciones en decadencia y descubrí a Truffaut, y me enamoré de su forma de ver la vida. Me dije: “todo cine comercial es una mierda”, me volví elitista y empecé a leer manuales sobre cine. En esa lectura y en esa lucha por creer en un futuro de crear sin que me importase el dinero o el éxito, y en su consiguiente reflexión, descubrí varias cosas: que es más difícil crear una historia que llegue a un gran público que una historia elitista, y que en todo caso, lo más difícil es contar una buena historia y que en todo caso, suerte tienes si consigues vivir de lo que creas. Y esto me dio nociones sobre el equilibrio en el arte: crear para vivir para vivir de lo que creas y así, poder crear lo que quieres. Difícilmente podrás hacerlo al revés. En todo caso aprendí que el mundo real es el que va modificando tus sueños y que aún así, sólo te queda seguir adelante.

Luego empecé a trabajar de lo que escribía y siempre había algo que cambiar, siempre me pedían cosas o que yo no quería escribir o si hacía lo que quería no era la línea editorial, si no, los jefes no estaban contentos y en general si hacías lo que los jefes querían los lectores se quejaban. En todo caso ahí por fin me hice totalmente adulta: en general, lo único que puedes hacer en la vida es seguir para adelante quejándote lo justo para poder continuar y para poder seguir siendo fiel a ti misma. En todo caso, aprendí que la libertad es algo muy relativo, porque incluso cuando consigues ser libre eres esclavo de ti mismo y de tus propias contradicziones.

Hoy tengo veintitrés años y muchas veces me encuentro pensando que hace mucho tiempo de muchas cosas, y que no sé si he aprendido algo, sólo he aprendido que lo que creía de pequeña muchos se empeñaron en tirármelo por tierra, y aunque suene a que me quito culpa por no seguir siendo ecologista, lo sigo viendo así... Años más tarde yo misma me encontré rechazando el haber sido tan elitista y criticando a los que lo son y en la actualidad lo que pienso es que la mayoría lo único que buscamos es la fórmula más fácil para ser libres y felices, sabiendo que esa búsqueda en sí nos esclaviza.

Y por todo esto me acuerdo siempre, casi cada día de mi vida, en algún momento, de la película Danzad, Danzad malditos, que una vez robé de la estantería de mi amiga Laura y vi una tarde lluviosa hace tres años. Os cuento de que va: un grupo de gente bailaba en un maratón público para conseguir dinero en plena depresión del 29. Los espectadores eran ricos que disfrutaban viendo a los más desgraciados bailar sin parar durante días enteros sin descanso, cada vez más esqueléticos y descompuestos. Nunca podré olvidar esa imagen de la gente riendo en los palcos más altos mientras los demás lloraban y se dormían agotados mientras bailaban.

Hoy ha muerto Sydney Pollack, el director de esa película. Y la verdad, me he puesto muy triste. No he visto más películas suyas, pero fue el encargado de hacerme un poco más adulta con un par de secuencias y se lo agradezco. Porque a veces me parece que ser adulto no es más que irte dando cuenta de que cada cual hace lo que puede por resistir en este maratón.

Tipos de personas y cosas de las personas que no puedo aguantar aunque lo intente

Creo que el título resume bastante bien de que me va mi post de hoy, pero para quién aún pueda tener alguna duda, -no en vano de todo hay en este mundo-, pues os cuento un poco. El mes pasado escribí cosas que odio en general, del mundo, pero ahora he decidido hacer una lista de cosas que no puedo soportar de las personas y tipos de personas que tampoco puedo soportar. Espero que no seáis ninguno de ellos. Aquí van, de nuevo, sin orden ni concierto.

No me gusta:

-La gente que te cuenta sus penas constantemente, no en una ocasión, sino que su mono tema de conversación es específicamente contarte sus penurias. Ejemplo:

YO: ¿Qué tal estás?
PERSONA QUE NO AGUANTO: Mal, muy mal, tengo una contractura crónica en el cuello, he visitado tres especialistas, me he querellado con dos, he cogido la baja gracias al tercero pero la empresa me ha hecho una reducción del sueldo totalmente ilegal, estoy querellada con el trabajo, me compré unos billetes para irme de vacaciones y olvidar el disgusto pero había overbooking, me los han anulado y estoy querellada con Iberia…

-La gente que te cuenta sus aventuras asombrosas que no tienen ningún tipo de interés excepto para ellos mismos y tú no puedes hacer absolutamente nada para evitarlo.

YO: ¿Qué tal el finde?
PERSONA QUE NO AGUANTO: Buf, flipas, pillamos unos squads y nos fuimos por el monte y con tan mala suerte que se nos pinchó una rueda y vino el guardabosques a ayudarnos, estuvimos una hora sentados, ¡una hora!, un calor que flipas, vino el guardacostas, nos trajo el café…

- La gente cuyas penas son siempre, siempre, peores que las tuyas.

YO: Estoy un poco triste hoy, echo de menos mi casa, hace meses que no he podido ir y ha sido el cumple de mi abuela y se reunió toda la familia…
PERSONA QUE NO AGUANTO: Míralo por el lado positivo, podrías ser yo, que ayer tuve que aguantar que mi hermana le gritó a mi conejo y luego encima me pelearon a mí porque se hizo pis pero fue culpa de la imbécil de mi hermana que puso nervioso a mi conejo. Así que míralo por el lado positivo.

-La gente que siempre tiene algo fascinante perteneciente a un tercero, nunca a sí mismo.

YO: Me he comprado un ordenador nuevo súper chulo...
PERSONA QUE NO AGUANTO: Pues mi tío Juan, que vive en Nueva York, se compró hace meses el ibook nuevo este que es tan fino que no tiene cd, pero vamos, que se lo compró por tenerlo porque tiene el último mac de sobremesa y además tiene el portátil, me dijo que me lo regalaría en un par de semanas, que sólo quería testearlo.

-La gente que siempre tiene algo fascinante que contar del pasado, nunca del presente.

YO: Voy a ir a Austria el mes que viene…
PERSONA QUE NO AGUANTO: Yo es que ya me harté de ir por toda Europa, porque el año pasado me hice dos interrail con la gente de clase y además fui a un festival de música indie en Turquía, que me lo pasé increíble, es que he viajado por toda Europa, así que este año he pensado: en casita y a dejar de viajotear por ahí.

-La gente que siempre te hace sentir que te has perdido lo mejor exagerando al máximo lo que te has perdido.

YO: No pude salir este finde, estaba malita, ¿Lo mismo de siempre, verdad?
PERSONA QUE NO AGUANTO: Buf, Sabi, lo que te perdiste, fue INCREIBLE, TREMENDO, un fiestón que lo flipas, conocimos a un grupo de gente súper guay, acabamos en un chill out en la playa, nos invitaron gratis en su avión privado a Formentera la semana que viene… Que pena, es que los sitios están justos así que no podrás venir.

-La gente que siempre tiene mejores amigos que tú, mejores planes que los que hace contigo, pero siempre vuelve a ti.

YO: ¿Quieres ir al cine mañana a ver la nueva de Lars Von Trier?
PERSONA QUE NO AGUANTO: Es que verás, la semana pasada estuve con Carla y James, mis nuevos amigos de la fac, y fuimos a un ciclo de cine danés increíble y nos reímos mogollón, es que buahss, Carla es la bomba, y James, no puedes parar de reírte con él, son increíbles. Les dije justo que se pasasen esta semana pero están de viaje, así que bueno, iré contigo, aunque iba a ir con ellos a ver la de Winterbotton… ya los echo de menos…

-La gente que se quiere mogollón pero hace ver que no para que tú se lo digas.

YO: Que guapa vas hoy…
PERSONA QUE NO AGUANTO (a sabiendas de que va guapa): Que va tía, he engordado dos kilos, estoy hecha una piltrafa, buf, fatal, fatal, aunque sabes, a pesar de eso, no sé por qué, pero Sabi, de verdad que no lo sé, últimamente es que ligo mogollón, todos los tíos me miran… ¿Por qué será?

ó

YO: Jo, que fotografía tan increíble has hecho…
PERSONA QUE NO AGUANTO (a sabiendas de que su foto es increíble): no, es una mierda, una basura, he perdido mi don, no tengo nada, joder me odio… La voy a presentar al concurso de fotografía de Caja Madrid, ¿Tú crees que es lo suficientemente buena? Me han dicho que sí…

-La gente que cuando consigues algo y se lo cuentas, te lo comparan con algo mejor de un amigo suyo.

YO: He ganado un concurso de novela corta. Estoy súper contenta…
PERSONA QUE NO AGUANTO: Mi amigo Juan ha ganado el premio nacional de literatura de Uruguay, flipa, le ha entregado el premio Mario Benedetti, ahora son súper amigos, le ha dicho de incluir unos poemas suyos en una antología que está preparando.

-La gente que cuando le cuentas algo que has logrado te ignoran sistemáticamente aunque tengan que hacerlo de una forma rebuscada.

YO: He ganado un concurso de novela corta. Estoy súper contenta…
PERSONA QUE NO AGUANTO: Oye… ¿Dónde está el café que no lo encuentro?
YO: He ganado un concurso de novela corta. Estoy súper contenta…
PERSONA QUE NO AGUANTO: Ah, vale estaba aquí, ¡Joder!
YO: He ganado un concurso de novela corta. Estoy súper contenta…
PERSONA QUE NO AGUANTO: ¿Quieres café?

-La gente súper derrotista que cree que tú posees la clave para que ellos dejen de sufrir y no se conforman con nada de lo que les dices.

YO: ¿Qué te pasa que te veo apagado?
PERSONA QUE NO AGUANTO: Estoy hecho una mierda, no me dan curro en ningún lado, llevo echando currículums por todos sitios un año y sólo contratan a mierdas que fueron conmigo a clase y que son unos mierdas.
YO: Joer, que mal…
PERSONA QUE NO AGUANTO: Que mal, que mal, qué fácil es decir qué mal cuando tú no estás pasando por lo mío…
YO: Bueno, no sé, si puedo ayudarte, ¿Has probado a poner un anuncio en Infojobs?
PERSONA QUE NO AGUANTO: ¿Tú qué crees joder? ¿Cómo me preguntas eso?

-La gente que siempre está justificando su personalidad.

YO: Oye… ¿Qué pasó con Sara, os enfadasteis? Hace tiempo que no os veo juntas.
PERSONA QUE NO AGUANTO: A ver, Sabina, tú tienes que entender una cosa, yo estoy ya de vueltas de la vida y a mi tonterías, pues las justas, hace mucho que aprendí que quién quiere estar a tu lado lo está, quién no, no, y mejor solo que mal acompañado. Tú me conoces y sabes que yo soy una persona transparente, a mí, si me quieres tener a tu lado me tienes, pero nada de jugar conmigo, o de ir de un lado a otro con que si tal o cual, porque ¡viento! Pues eso, que estaba Sara …

-La gente que nunca te deja hablar.

YO: Oye, podríamos…
PERSONA QUE NO AGUANTO (más alto que yo): Estaba pensando que podríamos ir a tomar algo.
YO: Sí, yo te iba a…
PERSONA QUE NO AGUANTO: ¿Podríamos ir al bar este que ponen galletas suecas con el café que están?
YO: Sí, pero,
PERSONA QUE NO AGUANTO: Sí, decidido.

-La gente súper susceptible.

YO: ¿Te ha gustado mi entrada del blog nueva?
PERSONA QUE NO AGUANTO: Eh… bueno, no sé, ¿Lo decías por mí verdad? ¿No me aguantas…? Yo a veces me quejo y a veces no dejo hablar…


Pues eso...

La gente invisible

Es curioso porque hoy en día en los medios de comunicación hay un interés casi enfermizo por mostrarnos realidades diferentes a las nuestras, por meta-globalizarnos y que nuestra pequeña alma interior suspire al ser consciente por primera vez de que nuestro mundo no es el único.

El programa Callejeros nos invita a pasearnos entre la gente de los peores barrios de España, a acompañar a camioneros en el día a día o a conocer cómo es la vida de un sintecho. Los documentales de Viajar o Canal Cocina nos adentran en el maravilloso mundo de la gastronomía de los rincones más recónditos del planeta: los guisos de los nómadas del Sahara (cuyos recipientes para cocinar ya puedes adquirir en IKEA), las pizzas de los paisanos de la Toscana o las delicias de los mercados nocturnos de Tokio. En el Canal Odisea puedes conocer la vida de un hombre que debido a una enfermedad perdió su memoria a largo plazo, y no recuerda nada cada siete segundos, sufrimos con él, viendo su desesperación al escribir en su diario “Esto es lo primero que vivo, soy yo por primera vez, existo sólo ahora”. También conocemos a una niña de catorce años con el peor caso de narcolepsia conocido, y la vemos desplomarse en medio de una conversación con sus amigos o el baile de graduación de su instituto. En el canal Hollywood nos enteramos, no sin cierta envidia y recelo, de lo que gasta Jennifer Aniston en peluquería, vemos la casa de vacaciones de la autora de Harry Potter y podemos llorar al ver lo que se gasta Lindsay Lohan al día en ropa en tiendas exclusivas. En el National Geographic nos cuentan cómo viven los mongoles, como a pesar de ser nómadas y de no tener casa, viajan por el desierto apuntando con sus antenas al cielo para poder ver el último partido del Liverpool. Creo que absolutamente todo el mundo que lea esto ha visto varios documentales sobre la trata de blancos, el neo-esclavismo de la Europa del este y sobre las mafias africanas que llevan todo el negocio de las pateras. Todos sabemos los errores, por llamarlos de alguna forma, de la administración Bush tras los ataques del 11-S. Todas estas pequeñas ventanas hacia “la realidad” van desde la pura información objetiva pasando por la curiosidad hasta llegar al morbo o la controversia.

Yo veo muchos de esos documentales, programas, busco cosas en internet, soy una persona curiosa. Pero en ocasiones, cuando veo esos programas pienso que realmente, detrás de todo eso, sí que existe una realidad hacia la que no tenemos ninguna ventana: el mundo de la logística. Por ejemplo, la gente que está detrás de ese documental que nos muestra la vida de los nómadas mongoles. No los cámaras, ni los redactores, ni los microfonistas, sino esas personas que hacen trescientas llamadas para conseguir permisos para entrar en el estado mongol, que envían mails para pedir los dnis de todos los integrantes del grupo y llama a la agencia de viajes para coordinar los vuelos, reenvia los mails a todos los del equipo para que estén al corriente, contrata y busca una empresa en Mongolia para contratar a un conductor que los lleve por el desierto, se encarga de asegurarse de los suministros de agua y comida en ese país, de comprar teléfonos de tercera generación con cobertura en el desierto, de comprar adaptadores para los enchufes y buscar en internet el voltaje que se usa en ese país… Los productores saben que si algo falla, todo falla y será su culpa, y también que si lo hacen bien, nadie se dará cuenta.

Todos vemos los documentales sobre los backstages de los conciertos, sabemos que los cantantes no sólo viven con glamour, sino que también pasan horas en la carretera, van a interminables ensayos y duermen en la soledad de los hoteles. Pero no conocemos el trabajo de las agencias de booking que hablan con los organizadores de las salas y cierran cifras y se aseguran del equipo, no conocemos el trabajo de los managers que hablan con la discográfica para cuadrar calendarios y cerrar las entrevistas y los nuevos proyectos, ni de los trabajadores de marketing de esas discográficas que hacen uso de sus contactos para posicionar a sus artistas en un mercado saturado.

Vemos conciertos en directo por televisión, pero no pensamos en los montadores y técnicos, que cargan por toda España con toneladas de equipo en enormes camiones, duermen hacinados en literas en la parte de atrás junto con el material, que llegan a las seis de la mañana a las salas y montan el escenario y las luces, el sonido y el decorado y se van de madrugada después de recoger, guardar y trasladar todo el equipo, cobrando una centésima parte de lo que cobra el artista mientras él duerme en un hotel de cinco estrellas.

Incluso vivimos en nuestras casas cómodamente sin preguntarnos cosas cómo qué empresa fabricará los cantos de nuestros muebles. Pues os adelanto que una de las empresas más potentes de España, con miles de empleados, es la que fabrica las juntas de plástico de los muebles de cocina del Corte Inglés. A lo mejor me equivoco, pero creo que casi nadie sabe, o por lo menos es consciente, de que hay revistas para fabricantes de alimentos, que tratan en su totalidad sobre las nuevas patentes de envases, sobre los métodos para refrigerar o maquinaria industrial. Muchas personas trabajan en diseño industrial patentando sus máquinas que suponen a veces grandes avances, y viven de investigar, para ganarse la vida y para que todos nosotros vivamos mejor y compremos nuestros zumos de sabores casi reales cada vez más ricos y baratos.Nunca pensamos en la gente que diseña las complejas carreteras por las que pasamos para ir a nuestros trabajos. Cuando vemos un edificio horroroso tampoco pensamos que alguien ha diseñado ese horror y que la han pagado mucho dinero por hacerlo.

No nos damos cuenta en nuestra vida diaria de que una red de personas se dedica exclusivamente a organizar, a coordinar diferentes empresas, a crear las intersecciones de la red de comodidades sobre las que nosotros seguimos paseando por la vida. Un montón de personas invisibles tienen como función crear la forma de hacer bien las cosas, personas a quienes les pagan por pensar, y otro montón de personas invisibles tienen la función de sostener con su trabajo físico esa misma red. Y a mí me fascina, me fascina pensar que mientras nos sentimos cultos, importantes y mejores personas por conocer la vida de otros mundos muy distantes,por conocer la vida de los famosos y de los que sufren las peores penurias, un montón de gente nos lo ha puesto en bandeja y luego ha vuelto a casa, para ver su nombre en pequeñito al final de los créditos o simplemente para cobrar su cheque a fin de mes. Sólo le doy las gracias a todos ellos, porque mi vida es mejor cuando voy a un concierto y está bien montado, soy más feliz cuando conozco algo nuevo sobre una vida anónima y cuando veo que las calles que me llevan a mi destino no son laberínticas.

Elegir, soñar, vivir...

Sin darme cuenta creo que he parafraseado a alguien en el título… pero no estoy segura así que no cito la fuente…
Hoy he estado paseando por la ciudad pensando en una cosa, algo profunda, pero de la que no quiero dejar de hablar aquí. En todo caso, este es mi blog, y si aquí no puedo hablar de cosas profundas, ¿Dónde podré hacerlo? En un mundo tan plano a pesar de toda su perfecta y achatada redondez…

Reflexionaba sobre los caminos que tomamos para llegar a las cosas y sobre como a veces los caminos nos toman si querer a nosotros.

Cada día observo a un montón de seres que vagan a mi alrededor o que pertenecen a mi vida o simplemente se topan conmigo en un contexto y que me cuentan, ilusionados, desesperados o pacientes, que “persiguen un sueño”, un sueño artístico, en cualquiera de sus facetas, dejándose la piel en cada intento, en cada esquina y ceda al paso para que otros los adelanten, con la secreta esperanza quizás de que luego ellos harán lo mismo con otros soñadores. Es como una carrera en la que nadie está seguro de cuál es la meta. Consiste simplemente en seguir adelante.

En otra ocasión hablé de la guerra que cada persona tiene para lograr seguir adelante sin mirar a los demás y sin sentir que los demás consiguen más cosas sin merecerlo o sin tener más talento. Pero hoy simplemente quiero hablar de la batalla personal a la que te tienes que enfrentar para decidir en un momento determinado que no quieres tomar el camino fácil, que no quieres levantarte cada mañana, ir a un trabajo rutinario, volver a casa destrozado y poner todas las esperanzas en un cíclico mes de vacaciones bajo el tórrido sol de agosto. En vez de eso, de ese eterno día de la marmota, sin tener muy claro el porqué e incluso el cuándo, tomas la decisión de dedicarte “a lo que te gusta”, con la imagen mental de pasar días increíbles, creando tus maravillosos sueños y plasmándolos en sus variopintos soportes y mostrándole al mundo de lo que eres capaz.

Conozco mucha gente que persigue un sueño concreto. Y cada uno tiene su historia personal.

Conozco unos pocos actores, que van cada día a sus escuelas, toman clases extenuantes de interpretación, muchas veces rozando lo absurdo, reparten panfletos luego de sus propias obras creadas por sus pequeñas compañías y luego, cansados, van a sus trabajos de camareros, recorriendo los findes castings para actuar en cortos de bajo presupuesto de estudiantes de dirección en ciernes. Pasan años sin un duro, sin unas vacaciones, en un cíclico círculo de rutina artística, poniendo las miras en un futuro incierto bajo los cegadores focos.

Conozco también algunos directores de cine. Invierten el dinero que ganan trabajando en las taquillas o de acomodadores en cines en comprarse una cámara, unos focos, una pantalla reflectante, un ordenador bueno para montar el odioso Avid Xpress y un micrófono con pértiga. Buscan guiones más bien rancios sobre relaciones de amor más bien típicas y tópicas (que es peor), ruedan cortos bastante mediocres y los mueven durante un tiempo (casi siempre sin resultado), por innumerables festivales. Vuelven a trabajar al cine para ver de pie, a oscuras, pero sin pagar, las películas de sus grandes ídolos, con la vista puesta en un futuro, en rodajes bajo el cegador sol del desierto o la playa.

También conozco bastantes cantantes. Trabajan en hoteles o de repartidores. Por las tardes estudian canto, van a ensayar a coros o a grabar las voces de acompañamiento de otros cantantes más importantes. Luego vuelven a casa, toman té con miel, claras de huevo y a penas hablan, algunos lloran porque pierden la voz al mínimo resfriado y ven sus sueños cada vez más lejanos. A veces cobran algo por algún trabajo, pero no es lo normal. Siguen ensayando, siguen grabando en su ordenador y aprendiendo grandes clásicos, sin dormir a penas por combinar pasión y trabajo. Sueñan con tener un disco editado y cobrar un caché, más que nada sueñan con “poder vivir de ello”, la mayoría que conozco, ni siquiera piensa en la fama.

Conozco muchos mc’s. Trabajan en fábricas, con horarios desoladores. La mayoría son jóvenes, así que dejan la escuela, van ahorrando lo que cobran y con eso se pagan maquetas que distribuyen gratuitas por internet. Miran cada día cómo van en el top de descargas y algunas veces van de teloneros de los mc’s más conocidos sin cobrar ni un duro. Por las noches escriben letras sobre esas cosas y sobre el rato que pasaron en el parque, pero sobre todo escriben sobre lograr su sueño, que no es ni más ni menos que subirse a un escenario y que abajo, cientos de personas levanten las manos mientras ellos les cuentan sus más secretos pensamientos, saben que el público estará ahí por sus gritos, aun que los focos no les dejen ver sus caras.

También conozco músicos. Estudian durante años cómo dominar sus instrumentos, pasan exámenes infernales en los conservatorios y se pasan la vida presionados por sus profesores y en algunas ocasiones incluso por sus familias, pero sobre todo por ellos mismos. Dan clases en las escuelas para ganar algo de dinero, o tocan en orquestas locales, tienen que ensayar tantas horas que a veces no saben ni pensar sin música. Sueñan, algún día, con ser intérpretes o compositores y con trabajar en salas, dar conciertos, o formar parte de bandas, miran a los demás de su clase, y nunca saben si son los mejores, y saben que para llegar a vivir de ello, tienen que serlo.

Conozco a unos pocos productores de música electrónica. Pasan horas leyendo revistas sobre nuevas tecnologías y sobre avances o nuevos instrumentos electrónicos. Intentan descubrir que se oculta detrás de cada sonido que pasaría inadvertido para el resto de la gente. Intentan innovar y llegar al siguiente nivel, pasan horas encerrados delante de la pantalla, currando a la vez profesores o informáticos, o como técnicos de sonido en salas de conciertos, deseando hacerse un nombre, aunque saben que son la parte más invisible del arte. Pero ponen las miras a poder vivir sus composiciones y salir en los créditos de discos de calidad, aunque saben que el libreto se lo lee poca gente.

Conozco infinidad de escritores y guionistas. Trabajan en revistas o páginas webs, algunas muy malas o muy aburridas. Cobran poco y se pasan noches en vela escribiendo cuentos, novelas o guiones. Muchos a medio terminar. Envían cientos de copias con cientos de plicas a concursos, o no llegan a hacerlo. Mientras escriben cosas que no les gustan, sueñan con casas en la playa con cristaleras y cafés humeantes, ideas brillantes y su nombre en la portada de un libro, aunque sea uno de poca tirada en una invisible editorial. Pero la mayor parte de las veces nadie llama de ningún concurso para dar una buena nueva…

También conozco tres o cuatro modelos. Trabajan de camareras, relaciones públicas o promotoras. Se alimentan muy bien, muy sano, comen poco, hacen ejercicio, van a agotadores castings llenos de chicas igual de guapas y con mucho estilo mirándolas por encima del hombro. Llevan su book, a veces se van a vivir solas a los peores barrios de ciudades extranjeras y pasan meses o años solas, de casting en casting, para ser escogidas una vez cada mucho tiempo. Mientras, malviven como pueden y lloran por las noches, porque un chico les había prometido una portada, y todo era mentira, porque ha engordado un kilo o porque su familia está lejos. Piensa en el futuro, en pasarelas con bonitos vestidos, fotos perfectas y una familia feliz a los treinta. Luego ofrecen queso a un cliente más.

Esto hemos elegido. Esta es nuestra vida. Miramos con recelo la rutina, los agostos bajo el sol y los sueldos de 2500 euros de los funcionarios. Miramos con recelo las hipotecas a 30 años y a la gente sin sueños artísticos. Lo hacemos. Pero sé que le puedo preguntar a cualquier músico que conozco, a cualquier actor o a cualquier pintor, bailarín o modelo. Ninguno, a pesar de todo, dejaría nada de toda la mierda que nadie te cuenta de los sueños, ¿La respuesta? Supongo que la misma que yo: porque no saben hacerlo, porque es mejor todo esto que pensar que podrías haberlo intentado.

Han matado a la tele... ¡Viva la tele!

Estoy indignada. Nos toman el pelo y no decimos ni mu. Estoy tan indignada que incluso me he puesto a fisgonear en los foros oficiales sobre el tema y he visto que nadie comenta nada al respecto (¿Borrarán con nocturnidad y alevosía los temas que hablan sobre ello?)… Esto ya sí que me ha dejado sin habla, porque han matado a la tele y a nadie le importa lo más mínimo. ¿Os preguntáis quién lo ha hecho? El asesino es Cuatro con su programa Supermodelo 2008: Diario de a bordo. La mayor basura televisiva de la era. Creíamos que con Fama, ¡A bailar! lo habíamos visto todo, pero no era así.
Partimos de que es un reality, bueno, más bien lo que ahora se llama talent show, o una combinación de ambos, es pura televisión de entretenimiento, que no debe tener más pretensiones, pero han destrozado ciertas normas básicas y yo, por lo menos, no me voy a quedar callada.

PORQUÉ Y CÓMO SUPERMODELO 2008 HA MATADO Y ENTERRADO A LA TV

1- Realización inexistente: no se trata ya de lo que ocurrió con las anteriores ediciones que nos demostraron que los chicos de Cuatro no saber realizar un programa (no saben qué cámaras pinchar, cortan a la gente antes de hablar, el sonido no se corresponde con el baile, ¿iluminación? ¿Qué es eso?). Se trata de que no tienen hilo argumental, guión de ningún tipo y se nota que se van inventando todo sobre la marcha. Y me encanta que hayan pedido tantos derechos de canciones, sólo suena el estribillo del tema ese de la tal Duffy.

2- Conductores del programa que rozan el patetismo: la nueva directora es un has-been con el carisma de un berberecho, el profesor muy gay… eh, eh, eh ¿Por qué está ahí? No, no, perdón, ¿Por qué existe? La sosa de Fiona que no pinta nada y a Rouzic lo veo solo ante el peligro. Habíamos aceptado que Judith Mascó era mala y que le dictaban todo por el pinganillo Y SE NOTABA, pero esto es una desfachatez.

3- No existe el término continuidad. Tú en OT sabes a lo que te enfrentas, aquí no, un día el jurado te puede decir que no sabe a quién nominar, que lo dejan para mañana, o que nominan a uno “por el esfuerzo” y a otra “porque en la prueba de hoy se vistió mal”, es decir, le quitan al espectador el saber lo que se va a encontrar, y esta es una de las principales causas de que la televisión como la conocemos muera con ellos.

4- Porque en un concurso de Supermodelos el público espera(mos), que los aspirantes sean chic@s que tengan FUTURO COMO MODELOS. No la guapa de mi barrio, la rara de mi pueblo, el friki de la esquina. No veo a ninguno que mínimamente llegue al nivel de la más fea de la edición pasada. Y da rabia, porque te desimplicas, como ninguno vale, te da igual quien gane o pierda, y esto, chicos de Cuatro, quita audiencia.

Puedo seguir enumerando razones, pero creo que queda bastante claro lo que quiero decir. Supermodelo 2006 ya rompió con el imaginario del espectador de que la tele es un espejo invisible, ya vimos que todo es un montaje más bien burdo, comprobamos en nuestras carnes lo que es no tener presupuesto y también lo que es salvarlo con una creatividad más bien dudosa… Pero con esta edición, metida a calzador cuando no venía a cuento (debía empezar, según mi programación mental, en septiembre), no han dejado respiro después de Fama y antes de Fama School por su ausencia de coherencia queriendo ocupar la franja del medio día a cualquier precio. Desde que murió el Tomate, la gente está a la caza a cualquier precio, y no me parece mal, pero siempre las cosas con cierta calma y lógica.

(Comentario offtopic: No sé porqué pero cuando hablo de Cuatro imagino a un montón de esclavitos-becarios saltando del plató de Fama! al de Fama School y luego al de Supermodelo, sin dormir jamás. Y automavisión + 2 esclavitos en el canal 24 horas. Una vez vi a uno saltando por encima de una cámara para quitar un cable… En fin)

Escribo esto con la tierna e infantil ilusión de que alguien importante de Cuatro, un alto cargo o algo así, lea esto y sepa que los espectadores aunque conformistas no somos imbéciles y nos damos cuenta de que cuando se junta la falta de creatividad, las ansias desesperadas de audiencia, el bajo presupuesto y un cupo de becarios demasiado elevado el resultado es desastroso. De verdad que deseo que la audiencia de Supermodelo este año descienda y caiga estrepitosamente, aunque sea para demostrarme a mí misma que los espectadores no somos una masa sin voz que no tiene ni el más mínimo criterio, ni siquiera el criterio del respeto hacia uno mismo. Es lo único que pido.

Sobre porqué ser malo mola tanto

El otro día veía un capítulo de House M.D. en el que él engañaba a sus “amigos” médicos haciéndoles creer que estaba a punto de morir para lograr más afecto por su parte... Y de pronto, con este pequeño ardid, me pareció que House es, o se ha convertido, o simplemente siempre ha sido, la mar de ñoño. Y entonces reflexioné sobre porqué antes este personaje me parecía maravillosamente manipulador y ahora no. Y la respuesta tiene un nombre: Patty Hewes. La abogada sin escrúpulos de la serie Damages, se ha comido a House en mi subconsciente, casi relegándolo a la categoría de personajes planos, donde se sitúan la mayoría de los protagonistas de series de los noventa, y otros cuantos ya de series de esta década. Me pregunto muchas cosas, de forma constante sobre la construcción de personajes en la ficción, de la misma forma que me hago preguntas sobre las personas y su funcionamiento constantemente. Y de la misma forma que utilizo en mi cabeza niveles de profundidad para ordenar a los héroes de ficción, casi sin querer hago lo mismo con las personas que conozco.

Así que reflexionaba también acerca de un tópico muy común. La gente suele dar por hecho que una persona buena es tonta y que una persona mala es inteligente, y casi por esa inercia mental, acabamos pensando que todos los inteligentes son malas personas y todos los tontos son buenos. Seguro que si lo piensas, puedes recordar alguna situación en la que alguien te dijo: “no lo hizo con mala intención, si de puro bueno es tonto”, frente a alguien que, aún siendo poco inteligente, había hecho algo difícilmente justificable. En francés, la palabra “malin” significa algo aproximado a “malicioso”, pero se utiliza comúnmente para personas listas. Es decir, de manera formal, una lengua latina, afirma a través de lo que la historia ha dejado acuñado en el término, a través de la herencia de generaciones de hablantes, que los maliciosos son listos.

Pero hay algo mucho más intenso, mucho más allá de ser listo, de ser malicioso, incluso de ser “malo”, algo que me llama la atención y que secretamente admiro. Un aspecto de la personalidad que se halla más allá de los baremos del bien y el mal: la capacidad de manipular, la retorcida capacidad de utilizar a las personas y lograr, sin que ellas se den cuenta, o en su defecto sin que sean capaz de contrarrestarlo, todo lo que queramos para nuestro propio beneficio. Es más, admiro la capacidad de que un sujeto coja a varias personas y solamente con el arte de embaucar, logre crear entre ellas un mecanismo propio de intrigas y suspicacias que se transformen en odios, rencores y rupturas, de forma premeditada y con un objetivo.

Si vemos la serie Damages podemos observar cómo Patty Hewes es capaz de todo por ganar un caso, y piensas, “vale, quizás, visto desde algún punto de vista, el fin justifica los medios”. Pero en la vida real, entre personas corrientes sin ningún caso judicial importantísimo que ganar, hay quienes se sirven de tener la habilidad tremendamente desarrollada para manipular a las demás para fines de lo más prosaico. Y en general, siempre seremos (el resto, los “pobres desgraciados mortales”), incapaces de vencerlos.

Pero aquí es dónde quiero seros útil. Porque seamos realistas: la gente manipuladora mola, consiguen siempre lo que quieren y nos hacen a los demás sentirnos tras su tormenta de agravios, como pobres desgraciados que sólo sabemos llorar nuestras penas. En las reuniones de negocios logran sus objetivos, ganan todas las batallas dialécticas, son los más triunfadores, y mientras las “buenas personas”, nos tiramos la vida diciendo “tiempo al tiempo, todo el mundo recoge lo que siembra”, esperando a que sus actos de maldad tengan alguna consecuencia, mientras, nos hierve la sangre al ver año tras año que lo único que cosechan son éxitos consecutivos.

Pero yo tengo el absoluto convencimiento de porqué somos incapaces de vencer a los manipuladores y por ello tengo el remedio, el antídoto (que palabra más bonita). El único motivo es porque a nosotros, pobres ilusos, pobres buenas personas, nos importan los demás, nos importa su sufrimiento, su dolor, y más que todo eso, nos importa lo que piensen los demás sobre nosotros, incluso cuando lo negamos. Hacemos constantemente las cosas con buena intención, intentando dejar de lado nuestros propios instintos de maldad o sentimientos de rencor o venganza, para actuar de forma comedida y dar a los demás el respeto que “se merecen”, así que mientras que nuestra estrategia es lograr la felicidad común, sin lograrlo en casi ningún caso y recibiendo malentendidos, amistades rotas y confusiones llevadas al extremo en la mayor parte de las ocasiones, ellos “los manipuladores”, nos prometen amistad, nos dan un hombro donde llorar, nos ofrecen todos los beneficios de acercarnos a su persona y alejarnos de otros para por fin, lograr nuestra confianza más absoluta, y justo ahí, cuando nuestro mundo ya sólo es ESA persona, esa persona que nos exprimirá hasta la saciedad y nos robará incluso nuestro entorno y nuestra vida. Porque el fin último de los manipuladores es, en realidad “dominar el mundo”, no en versión Marvel, sino en versión “ser líder de su pequeño cosmos vital”.

Y los manipuladores son más listos que nadie porque su reflexión se basa en lo siguiente: si de todas formas la gente va a acabar alejándote de ti a la primera de cambio, si de todas maneras tú mismo harás daño a la gente sin querer y si de todas formas si eres bueno con los demás la gente no lo va a ser contigo: ¿Por qué no sacar algo de provecho importándote lo más mínimo las consecuencias posteriores?

Y para quien se lo esté preguntando, la respuesta es sí, los manipuladores tienen corazón, sólo que jamás lo muestran al público, tienen un reducido número de personas que les importan de verdad, pero nunca lo dejan ver, nunca sabrás si están tristes al menos que ellos quieran que lo sepas para lograr tu afecto, tu pena, y por lo tanto tu favor, y aprovecharán tus momentos frágiles, esos en los que te abres y les cuentas tus sentimientos para, en un futuro, darte donde más te duele, no por hacerte daño, sino porque una persona débil es una persona fácilmente manipulable.

Pero tranquis, porque voy a hacer ahora (¡y de gratis!) mi anuncio de televenta del manual del manipulador nato:

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¿Eres buena persona? ¿Te suelen decir que de tan bueno tonto? ¿La gente se aprovecha de ti y luego te sientes dolido y desconsolado? A pesar de tus buenas intenciones constantes… ¿No ves los resultados?
Si miras a los manipuladores, fríos y calculadores por encima del hombro, ves como triunfan y quieres ser como ellos, sigue ya

EL DÉCALOGO DEL MANIPULADOR:

1- Escucha siempre a los demás, toda información que te den puede ser utilizada en su contra, y por lo tanto en tu beneficio.
2- Nunca te abras a los demás, porque ellos podrían utilizar en punto 1 en tu contra.
3- Si A te critica sobre B, cuéntaselo a B, siempre que puedas sacar más provecho de B que de A. Si no es así, estarás mejor callado.
4- La gente quiere afecto, no cosas materiales, si ofreces afecto, recibirás cosas materiales, recuerda, amistades hay por todos lados, perfumes de Dior, sólo en tiendas de Dior.
5- No pienses si vas a hacer daño a alguien antes de tomar una decisión, piensa sólo si hay algún beneficio que obtener.
6- Manipular a gente es como una partida de ajedrez: siempre tienes que pensar tres movimientos por delante antes de mover pieza.
7- Rodéate siempre de: gente menos inteligente que tú, gente más frágil que tú, gente más insegura que tú, gente con más dinero que tú, gente que te vea a ti por encima de ellos.
8- Si ves que alguien cercano es más inteligente, más atractivo o más manipulador, recuerda siempre poner a todos en su contra: más vale prevenir que curar.
9- Si alguien logra averiguar tu ardid, tu manipulación, sólo hay una escapatoria satisfactoria, y siempre funciona: niégalo, sonríe como si nada hubiese sucedido y sigue adelante con el plan. Pero recuerda siempre tener un as en la manga (información de A sobre B y viceversa es lo mejor), una buena crítica a tiempo distrae la atención sobre tu propio error.
10- (Si nada del punto 9 funciona). Tira las fichas y comienza otra partida. Siempre hay más personas a las que manipular, no crees vínculos afectivos, siempre se puede empezar de cero. Y recuerda, un manipulador nunca llora.

Espero haberos servido de ayuda. Ser buenas personas sólo nos traerá dolores de cabeza y corazones rotos. Ser frío es mucho mejor. Si está tan de moda ser un antihéroe por algo será…