Solo (o mal acompañado) ante la (in)justicia

Ayer por circunstancias del destino asistí a un juicio de “acoso laboral en la empresa pública” que nada tenía que ver conmigo. El caso es que acabé en una sala de un juzgado donde un hombre (educador infantil) con cara de estarlo pasando fatal se enfrentaba a la directora del centro de menores (lo que antes se llamaba orfanato) donde trabaja, con cara de superioridad por no tener nada que esconder, y frente al director de la unidad de infancia (el superior de la directora) que no tenía ningún tipo de expresión en su rostro. En el juicio el hombre quería terminar con dos años de hostigamiento hacia su persona, según alegaba él. Obviamente allí cada cual defendía lo suyo.

No quiero enrollarme en contar detalles sobre lo que cada uno argumentaba en el juicio, aunque lo voy a esbozar brevemente: el educador con cara de pena alegaba que aunque no tenía pruebas de lo mal que lo trataba la directora, las miradas constantes de desprecio, los insultos, las descalificaciones y los gritos, sí que tenía pruebas documentales de que lo había sacado de su puesto habitual para relegarlo a otra unidad con compañeros diferentes y peores condiciones tras cinco años ocupando su puesto habitual. Alegaba también que había preferido quitarle de un cargo adjunto que tenía al de educador antes que pagarle el plus de especial dedicación que merecía (esto es un dinero extra que se paga si tu puesto implica que tienes que estar 24/7 disponible para cualquier urgencia). Y un largo etc. de cambios en su rutina laboral, según él para perjudicar a su persona. Ella alegaba que cada uno de esos cambios estaban justificados.

Obviamente no puedo decir quién tiene la razón, aunque luego daré mi visión. Conozco muchas opiniones porque conozco gente que trabaja con él, y escuché obviamente a los testigos de ambas partes, pero el caso es que independientemente de quién tenga la razón salí del juzgado con rabia e impotencia porque la conclusión a la que llego es que estamos desamparados antes el acoso laboral y por ende ante otras miles de injusticias del mismo tipo (relacionadas con el abuso de autoridad). Tengamos razón o no, es casi imposible judicialmente demostrarlo. ¿Por qué? Os preguntaréis... Pues porque los jefes siempre tienen donde ampararse, es decir, ¿Cómo demonios justificas tú un acoso laboral si:
-No tienes documentos para demostrarlo.
-Los otros compañeros si son acosados igual están demasiado acojonados para apoyarte, y si no están siendo acosados, el egoísmo humano da lugar a que cada cual cierre la boca bien fuerte antes que poner en peligro su puesto de trabajo por otro desconocido.
-La empresa siempre tiene más dinero que tú para un buen abogado.
No puedes... Al salir le pregunté a varias personas por el pobre hombre. Los trabajadores del centro me aseguran que está siendo acosado sistemáticamente junto a un par de compañeros más por la directora, pero que no se puede hacer nada porque estás luchando contra un organismo autónomo nada más y nada menos. A lo que yo pregunté, ¿Cómo será entonces en la empresa privada? “Pues imagínate”, me decían con cara de pena. Porque tienes que conservar tu trabajo para alimentar a tu familia, sufrir vejaciones cada día y mientras la tele te dice alegremente ¡NO AGUANTES ACOSO LABORAL, DENUNCIA! Luego observas impotente como la solución es casi imposible al menos que acabes abandonando tu puesto de trabajo. Sí, señores de los magazines de por la mañana y programas de denuncia social, ¿PARA QUÉ DENUNCIAR, SI EL SISTEMA NO FUNCIONA?

De verdad, aquello fue patético, yo salí, como todos, con el convencimiento de que aquel pobre hombre iba a perder. Y además, el abogado de la directora dijo en su alegato final:
“Lo que tenemos que tener claro es que en esta situación hay cosas, decisiones, difíciles de tomar para una persona con el cargo de responsabilidad que tiene la directora, pero en todo caso, no son, no suponen acoso laboral (tenía razón, las pruebas no demostraban acoso laboral, porque esto es casi imposible de demostrar con papeles) pero lo que sí está claro es que se podrían haber solucionado antes de llegar a juicio, el demandante, lo único que consigue con esto, es, de verdad, crear a partir de ahora un peor clima laboral, y eso es más cercano al mobbing que lo que ha hecho la directora”. “Con dos pares” pensé yo, sabiendo que el chulo abogado de la fría directora era mejor que el abogado titubeante del educador lloroso. La única y valiente testigo del acosado hizo una exposición contundente de que era obvio el acoso, pero el abogado de la directora defendió en todo momento que eso eran palabras y no hechos, y por desgracia tenía razón. Pensé que el juicio estaba mal planteado y me quedé con la duda de si hay casos de mobbing que se resuelvan satisfactoriamente, no sé tampoco si el hombre realmente está siendo acosado (aunque creo que sí, simplemente por lo que pude observar y los comentarios de varias personas que no tenían porqué mentirme) o si otros denunciantes tienen una mejor defensa, pero de verdad que salí descorazonada porque me da rabia que en la tele hagan campaña con cosas como el mobbing o el acoso escolar cuando a la hora de verdad estamos indefensos y sólo podemos ver impasibles como la televisión te anima a denunciar cuando al final, en muchos casos, son peores las consecuencias...

Mi segunda conclusión es que somos todos unos cobardes, unos acojonados, unos malos compañeros y unos falsos que miran por su culo, porque nadie sale a dar la cara por lo demás, en todo caso, con una buena excusa, ¿Para qué, si la justicia está siempre de parte de los fuertes? Nadie quiere volver al trabajo el lunes para encontrarse con que a pasado a formar parte del bando de los que sufren...

Al final volví a casa en coche recordando la revolución francesa, porque siempre me acuerdo de ellos cuando veo como hemos olvidado, por razones obvias, luchar contra el orden establecido. Imaginé que la situación podría solucionarse si toda la plantilla de ese centro se lanzase a protestar contra la directora y me di cuenta de que eso no va a pasar, porque en el olvido de los tiempos, hemos optado por la opción cómoda de bajar la cabeza ante las penurias de los otros, ya sean los pobres de Etiopía o el compañero herido de la mesa de al lado.

Siempre me he metido en muchos problemas por protestar y pocas veces he conseguido nada más que no dormir por la noche hundida en la miseria de sufrir una injusticia. No puedo hacer nada por ese hombre más que si lee esto, y él sabe quién es, expresarle mi más sincera admiración por haber tenido la valentía de sentarse en esa sala fría y desangelada cara a cara con su enemiga para quizás lograr que algún día el resto de sus compañeros piensen que si denuncian también, las cosas no sean tan fáciles para los de arriba.
Sólo espero, aunque tenga poca esperanza, que gane el juicio, egoístamente para poder dormir sin pensar que todo en lo que creo no es más que un puñado de mentiras.

3 Response to "Solo (o mal acompañado) ante la (in)justicia"

  • Oliver de la Rosa Says:

    Muy interesante. El articulo es algo extenso pero expresa muy bien la paradoja de la legalidad.

    Para que no te acusen y puedas argumentar que eres inocente y por que te hacen un juicio. Para el juicio te ponen a alguien "mas preparado que tú para defenderte" (abogado). Los abogados cuanto mejores son mejor defienden.

    A mas calidad mayor precio, mas precio es mas dinero. ¿Conclusión? A mas dinero mas inocente es uno. ERROR, conclusión: el sistema no funciona. Muy bien argumentado, me ha gustado.

    Has ganado un visitante asiduo de tu blog


  • Anónimo Says:

    mi segunda pelicula preferida es "al final de la escapada"...a tí que te parece?


  • Anónimo Says:

    andas por ahí?
    hace tiempo estuve influenciado por la musica francesa, Francoise Hardy es una de mis preferidas, Moustaky me encanta, y te recomendaría los cd´s "Femmes de Paris"...por música y estética de las portadas...hay una versión de "point in black" d elos rolling en frances