¿Por qué él sí y yo no? ¿Por quéeeeee?

Ayer no escribí porque era el día del trabajador y no quiero ser una esquirola, y también porque estuvimos en casa totalmente enganchados a Damages en un maratón de diez horas consecutivas con pequeños intervalos para comer algún alimento y beber algún líquido...
Hay ocasiones, puntuales, en las que veo alguna serie de televisión, especialmente americanas, bueno, exclusivamente americanas, y pienso dos cosas: que todavía, hoy en día es posible innovar, y luego que porqué nosotros somos incapaces de hacerlo. Me siento alentada en mi ilusión de ser algún día una guionista profesional y luego me doy de cara con la realidad pensando que es casi imposible hacer productos de tal calidad en nuestro país. Y lo siento si alguien se siente ofendido, pero es totalmente imposible. A nivel técnico no hay ni que hablar, pero es que a nivel creativo, parece que nos tenemos que conformar con más de lo mismo, con series cuyas tramas no dejan de ser igual de trasgresoras que la noventera Compañeros.
Pero no es de series de lo que quiero hablar. De lo que quiero hablar es de ese sentimiento que tengo al ver esas series y que tuve ayer al ver Damages y analizar la indiscutible calidad de sus guiones. Ese sentimiento nos acompaña a casi todos en algún momento: compararte con los demás. Todos nos comparamos con los demás. Alguien podrá decirme “yo no, yo no me comparo con nadie”, pero seré totalmente incapaz de creerl@. Porque es irremediable el ponerse a uno mismo en una balanza, mirar alrededor y pensar que otros son mejores que nosotros, peores que nosotros, más felices o más desgraciados o que tienen mejor o peor suerte que nosotros sin merecerlo en absoluto. Y esto es sano en casi todas las ocasiones, al menos que esa pequeña envidia o ese pequeño sentimiento de superioridad ocasional se convierta en algo patológico. Y se convierte, el problema es que en ocasiones se convierte. Y más desde que tenemos la posibilidad de escondernos detrás de una pantalla de ordenador, soltar mierda tras un nick y quedarnos tan a gusto. Tenemos tiempo libre, el suficiente como para sentarnos en una silla a mirar a los demás y pensar que son mucho peores que nosotros y han logrado muchas más cosas, eso sí, sin jamás plantearnos la posibilidad de dejar de mirar lo que están haciendo esos de los que hablamos y ponernos nosotros mismos a labrar nuestro propio camino hacia el éxito.
El éxito, según mi prisma, es la ilusión de ser felices por haber logrado los objetivos que nos habíamos marcado, aunque si lo pensamos bien, el éxito, casi siempre, sigue siendo el objetivo y el camino se convierte en poco más que intentar trabajar para lograrlo esforzándonos en no caer en la desesperación al ver que nada llega. Pero lo que le ocurre a la mayoría de las personas que desean el éxito es que se pasan la mayor parte del tiempo enajenados en su propio universo en el que tienen que conseguirlo “ya” y “porque sí”, “porque tienen el talento suficiente”, sin plantearse que talento, en realidad, es algo que le sobra a casi todo el mundo, y que lo que es realmente complicado es sentarse delante de un papel/lienzo/ordenador/partitura y cualquiera de sus variantes pintorescas a plasmar ese talento del que tanto presumen. Lo fácil es meterse en un foro de literatura/pintura/informática/música y sus variantes pintorescas y dejar que la envidia se convierta en frustración y desesperación y dé, como resultado, el más estrepitoso de los fracasos. Mucha gente, a diario, me cuenta lo que hace, lo que está haciendo, los proyectos que quieren tirar para adelante, lo buenos que son en tal o cual materia, pero la mayor parte de ellos jamás vienen con el producto terminado, jamás me dicen “he logrado terminar esto”. Cuando alguien me sorprende con algo acabado, no me queda más que admirarlo, pero he de reconocer que en el fondo, muchas veces en las que he visto ese “algo”, he pensado “no es para tanto” o incluso “¿Esa era la gran idea? Yo podría hacerlo mejor”. No lo pienso con maldad, ni siquiera con prepotencia, lo digo con una pequeña envidia interior porque pienso que yo misma, dejo muchas de mis cosas en el tintero por el miedo a hacerlo mal o a fracasar en el intento. A veces dejo las cosas a medio terminar porque pienso que es más fácil esto que enfrentarme a que no soy como creía que podía ser si me esforzara.
Pero estoy aprendiendo. Cada vez más, cada día aprendo un poco, desde hace un tiempo, a no darme por vencida y a no ponerme a mirar fallos de jurados antes de haber escrito el cuento (aunque a veces lo hago), ni a leerme lo que hacen los demás y pensar “yo podría escribir algo mejor”. Y menos aún, lo que no hago, es sentarme detrás de un nick y poner a parir a alguien que ha logrado algo, porque no quiero perder mi energía (que es finita), ni mi tiempo (que es limitado) en mirarme a través de los demás, ni para bien ni para mal. Porque tengo el firme convencimiento de que la inspiración es un invento marketiniano, y que el talento es con lo que se conforman los mediocres. Hay que tener talento, hay que tener inspiración, pero sobre todo, hay que mirar hacia el futuro con optimismo y con la seguridad de que tus objetivos se pueden lograr si pones empeño y si lo haces. Como me dijo Hipólito, el profesor más raro que he tenido, en su primera clase: “Si quieres ser guionista, escribe”. Creo que no hay mejor consejo que ese. Os hablo directamente a los que os pasáis la vida viendo lo que hacen los demás y sintiendo que el mundo es muy injusto: lo es, pero no podéis hacer nada más que intentar ser objetivos con vosotros mismos, pensar si de verdad valéis para “eso” que queréis hacer. Sin falsas ilusiones pero sin falsa baja autoestima. Con objetividad. Si vales para ello, siéntate, escribe, pinta, canta, pero hazlo, no te sientes a llorar porque no has logrado lo que ha logrado tu vecino, ni desperdicies tu voz en gritar que tu vecino lo ha conseguido con menos talento que tú. Muchas veces consiguen cosas quienes menos se las merecen, pero casi todas esas personas supieron aprovechar las oportunidades que se le pusieron por el camino, y si no lo han hecho, sólo es cuestión de tiempo el que caigan por su propio peso. A lo mejor peco de lista por intentar dar consejos, pero veo una realidad que me hace darme cuenta de que si en nuestro país el talento está tan mal aprovechado es porque no somos una cultura de sacrificarnos por un sueño, no tenemos algo que los yankees tienen y que es muy positivo, la cultura del “empezar de cero y llegar a ser alguien”, tenemos la cultura del conformismo, la envidia y el mirar la casa ajena por el rabillo del ojo. Tenemos muchas cosas buenas, y muchas otras malas, pero yo he tomado una decisión. Lo voy a lograr, y no porque tenga muchísimo talento o porque sea mejor que los demás, sino porque me voy a sentar cada día muchas horas a dejar de soñar y a apostar más por mí, y cuando vea una serie americana seguiré pensando que soy lo peor, pero también seguiré pensando que no voy a empezar a construir la casa por el tejado y menos a quedarme sentada en mi casa viendo como otro logra mi sueño, no por ser mejor, sino por haberlo intentado.

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